Este semana conocimos a la poeta argentina Susana Esther Soba (Buenos
Aires, 15 de mayo de 1922 – Saladillo, 9 de octubre de 2011). Fue una escritora, poeta, periodista, ensayista, maestra, artista y reconocida figura cultural. Abordó en sus artículos y textos poéticos, temas como la equidad, la transformación social, la actualidad política y la mujer. Si desean conocer más acerca de su vida y obra, recomendamos la lectura de su blog.

II
Que nadie venga
y me diga
que este
o aquel amor
no sirven.
Que nadie esgrima
la sensatez
el juicio
lo permisible
y conveniente
lo aceptado
por la unánime mayoría
de los tontos.
Que nadie se interponga
en mi camino.
Yo vivo por mi cuenta.
Sin permisos.
Sin anuencia de nadie.
Sin otra alternativa
que el vivir
en amor,
hasta el escándalo.
LA MAGA
ELLA vestía sedas
muy antiguas
e iba descalza como las aves y los ángeles.
Sabía sonreír enigmáticamente
como una Gioconda rural.
Incendiaba todo el aire
en los brazos furtivos e inesperados.
Era pura luz
en los lánguidos amaneceres
donde los sueños mordían
su transparencia caudal.
También crecía
en el desamparo de la ausencia.
O en aquella cicatriz del corazón
que le habían dejado las pérdidas
y los olvidos.
Era la turbulencia y el asombro
a un tiempo.
Casi un milagro ignorado,
en cuya piel
se avergonzaba la primavera
y el verano se volvía
un licor incandescente y abrasivo.
Ella no adoraba ningún dios.
Tampoco blasfemaba,.
Ni comulgaba
con serpientes y vampiros.
La rosa, si.
La rosa
la desmayaba de ternura.
Y la negación de la justicia y el amor
podían asesinarla
cada día.
No tenía hijos.
Ni gatos.
Ni chequera.
Ni pañuelo bordado por su madre
Ni siquiera un piano
desvencijado
Ni un diccionario de malas palabras.
Pero cuando lucía
un vestido morado
y se sentaba
en el balcón envejecido de su casa
o cuando cruzaba el mediodía
como si fuera
un continente,
nadie sabía
si acababa de nacer.
Si regresaba
de vastos imperios desconocidos
o si la seducción de la poesía
le coronaba las sienes
y la volvía impensable
solitaria y mutante
como un viento de pálida locura.
Como un modo perdido entre la gente.
LA DIFERENTE
Yo no tengo nada de adorable
Ni de execrable
Si, tengo varios amores muertos.
Y manos que no volverán a llamar jamás
a la puerta de mi casa.
Pasos que se perdieron sobre un césped
claro, prolijo y cuidadoso
como el vestido de bodas de mi abuela.
Miradas que se ausentan
hacia la tontería del hastío.
Porque la poesía fatiga.
El sueño aburre.
Y toda cosa se gasta
como trozo de tiempo en el bolsillo.
Yo no tengo nada que dar
aunque parezca lo contrario.
El mosto de mi vino ya no sirve.
Por la tersa piel enamorada
se sucedieron latigazos,
ancho olvido,
increíble señal de indiferencia.
Crepuscular me hicieron
los que negaron mi sonrisa
El ademán de luz de ser con que he nacido.
La voluntad de ser, empecinada,
como las furias y los tulipanes.
Me negaron la dicha de servir.
Les molestaba.
El verbo es duro.
El accionar difícil.
Nadie me vio los ojos bien de cerca.
La prepotencia de la vida.
El aquelarre del conocimiento.
El pelo suave y la ceremonia.
de andar de novia con el mundo.
Pero hasta aquí llegué.
He persistido.
Esto es lo claro y victorioso.
Lo insobornable,
al fin,
lo verdadero.
Les dejo, pues, al irme,
un azorado asombro.
Una pluma de sangre coagulada.
Un diálogo fugaz.
Y estas terribles, poderosas ganas,
de que algo, alguien, ciertamente entienda.

Nota: estos poemas no están publicados en internet, es la primera vez que se publican
Damos las gracias a la poeta Bibiana Alonso y a la integrante del taller Ana Bareletta por su labor de facilitar y transcribir la poesía de dicha autora.
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