LOS PADRES NO MUEREN, SI FUERON CAPACES DE HABLAR ANTES DE MORIR.

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   Esta semana las integrantes del taller de poesía “La Poesía nos une”, tuvimos la oportunidad de leer poemas en Homenaje a los Padres. Para ello, nuestra coordinadora, la poeta y psicoanalista Helena Trujillo, nos compartió la Revista: Las 2001 Noches No. 78. La cual les invitamos cordialmente a visitar a través del siguiente link:http://www.las2001noches.com/n78/pg1.htm

LOS PADRES NO MUEREN,
SI FUERON CAPACES DE HABLAR
ANTES DE MORIR

 

1 de enero de 1980, Buenos Aires

Querido hijo Oscar:

Esta es la última carta que te escribo, al terminarla, iré a recoger unas rosas al jardín y tendré un infarto. La muerte de la última hermana que me quedaba en la Argentina y el sentimiento de que mis tres hijos están grandes y encaminados y que, sobre todo, vos, que ya me diste la alegría de haberme dado cinco nietos y en estos momentos que te escribo, estarás seguramente por tener tu sexto hijo. Te felicito. Usted sí podrá vivir y morir rodeado de muchas personas y lo veo, a usted hijo, instantes antes de mi propia muerte, guiando con su bastón de fantasía, a
todo eso que le pertenece y a la vez lo encadena, hacia un destino de luz.

Le agradezco hijo que, a pesar de todos mis consejos, usted haya hecho con su vida lo que le vino en gana. Muero con la alegría y la tranquilidad, de que usted ya no me podrá hacer responsable de lo que ocurra en su vida. Y, por otra parte, le ruego no abandone por venir a verme morir, ni su trabajo, ni su familia y recuerde aquello que tantas veces me dijo, y que yo recién entiendo ahora, que los padres no mueren, si fueron capaces de hablar antes de morir.

Un fuerte abrazo, que no ha de ser el último, porque usted hijo, al recordar mis palabras, encontrará otros padres,
otras palabras.

Raif Menassa

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina, 1940

 

PADRE MÍO

A mi hermana

Lejos estás, padre mío, allá en tu reino de las sombras.
Mira a tu hijo, oscuro en esta tiniebla huérfana,
lejos de la benévola luz de tus ojos continuos.
Allí nací, crecí; de aquella luz pura
tomé vida, y aquel fulgor sereno
se embebió en esta forma, que todavía despide,
como un eco apagado, tu luz resplandeciente.

Bajo la frente poderosa, mundo entero de vida,
mente completa que un humano alcanzara,
sentí la sombra que protegió mi infancia. Leve, leve,
resbaló así la niñez como alígero pie sobre una hierba noble,
y si besé a los pájaros, si pude posar mis labios
sobre tantas alas fugaces que una aurora empujara,
fue por ti, por tus benévolos ojos que presidieron mi nacimiento
y fueron como brazos que por encima de mi testa cernían
la luz, la luz tranquila, no heridora a mis ojos de niño.

Alto, padre, como una montaña que pudiera inclinarse,
que pudiera vencerse sobre mi propia frente descuidada
y besarme tan luminosamente, tan silenciosa y puramente
como la luz que pasa por las crestas radiantes
donde reina el azul de los cielos purísimos.

Por tu pecho bajaba una cascada luminosa de bondad, que tocaba
luego mi rostro y bañaba mi cuerpo aún infantil, que emergía
de tu fuerza tranquila como desnudo, reciente,
nacido cada día de ti, porque tú fuiste padre
diario, y cada día yo nací de tu pecho, exhalado
de tu amor, como acaso mensaje de tu seno purísimo.

Porque yo nací entero cada día, entero y tierno siempre,
y débil y gozoso cada día hollé naciendo
la hierba misma intacta: pisé leve, estrené brisas,
henchí también mi seno, y miré el mundo
y lo vi bueno. Bueno tú, padre mío, mundo mío, tú solo.

Hasta la orilla del mar condujiste mi mano.
Benévolo y potente tú como un bosque en la orilla,
yo sentí mis espaldas guardadas contra el viento estrellado.
Pude sumergir mi cuerpo reciente cada aurora en la espuma,
y besar a la mar candorosa en el día,
siempre olvidada, siempre, de su noche de lutos.

Padre, tú me besaste con labios de azul sereno.
Limpios de nubes veía yo tus ojos,
aunque a veces un velo de tristeza eclipsaba a mi frente
esa luz que sin duda de los cielos tomabas.
Oh padre altísimo, oh tierno padre gigantesco
que así, en los brazos, desvalido, me hubiste.

Huérfano de ti, menudo como entonces, caído sobre una hierba
[triste,
heme hoy aquí, padre, sobre el mundo en tu ausencia,
mientras pienso en tu forma sagrada, habitadora acaso de una
[sombra amorosa,
por la que nunca, nunca tu corazón me olvida.

Oh padre mío, seguro estoy que en la tiniebla fuerte
tú vives y me amas. Que un vigor poderoso,
un latir, aún revienta en la tierra.
Y que unas ondas de pronto, desde un fondo, sacuden
a la tierra y la ondulan, y a mis pies se estremece.
Pero yo soy de carne todavía. Y mi vida
es de carne, padre, padre mío. Y aquí estoy,
solo, sobre la tierra quieta, menudo como entonces, sin verte
derribado sobre los inmensos brazos que horriblemente te imitan.

VICENTE ALEIXANDRE
España, 1898

 

EL PADRE

El padre brusco vuelve
de sus trenes:
reconocimos
en la noche
el pito
de la locomotora
perforando la lluvia
con un aullido errante,
un lamento nocturno,
y luego
la puerta que temblaba:
el viento en una ráfaga
entraba con mi padre
y entre las dos pisadas y presiones
la casa
se sacudía,
las puertas asustadas
se golpeaban con seco
disparo de pistolas,
las escalas gemían
y una alta voz
recriminaba, hostil,
mientras la tempestuosa
sombra, la lluvia como catarata
despeñada en los techos
ahogaba poco a poco
el mundo
y no se oía nada más que el viento
peleando con la lluvia.

Sin embargo, era diurno.
Capitán de su tren, del alba fría,
y apenas despuntaba
el vago sol, allí estaba su barba,
sus banderas
verdes y rojas, listos los faroles,
el carbón de la máquina en su infierno,
la Estación con los trenes en la bruma
y su deber hacia la geografía.

El ferroviario es marinero en tierra
y en los pequeños puertos sin marina
-pueblos del bosque- el tren corre que corre
desenfrenando la naturaleza,
cumpliendo su navegación terrestre.
Cuando descansa el largo tren
se juntan los amigos,
entran, se abren las puertas de mi infancia,
la mesa se sacude,
al golpe de una mano ferroviaria
chocan los gruesos vasos del hermano
y destella
el fulgor
de los ojos del vino.

Mi pobre padre duro
allí estaba, en el eje de la vida,
la viril amistad, la copa llena.
Su vida fue una rápida milicia
y entre su madrugar y sus caminos,
entre llegar para salir corriendo,
un día con más lluvia que otros días
el conductor José del Carmen Reyes
subió al tren de la muerte y hasta ahora no ha vuelto.

PABLO NERUDA
Chile, 1904

 

PALABRAS PARA JULIA

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
España, 1828
Palabras para Julia, en voz de Mercedes Sosa: https://youtu.be/o9CxlFGpCBg?si=hyDGplAXtZ5JL-2A

 

La Poesia nos une, les desea Feliz Dia del Padre.


¿Te han gustado estos poemas ?  Te invitamos a unirte y  participar en el taller de poesía Grupo Cero, haz click en el siguiente enlace para comunicarte con nuestra coodinadora, la poeta y psicoanalista Helena Trujillo Luque.


 

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