TÍTULO LIBRE
ESA MUJER
DE MARUJA MALLO
Te sorprendió aquel día de mayo cual epifanía
en medio de la marcha proletaria
brazos al cielo en ofrenda de pan
frente amplia con luz propia
mirada intensa acoplando siglos
voz en grito tejiendo libertad
y manos escultoras fraguando sueños
Diosa lúcida de tierra en lucha
De arrebatadas fecundidades y áridos duelos
donde el silencio oscurece el espacio
y el tiempo detiene su latido
Pero la creación entera gime y
su cuerpo se alza como bandera
Arde en deseo y despierta a los dioses
De las sombras emergen las fuerzas dormidas
La vida puja poderosa en su vientre y
sus pasos reivindican el derecho de sus hijos
Su voz canta revelando verdades
su carne en parto promete futuro.
María Julia
PICASSO
Arlequines romboidales
en la habitación azul
hacen las maletas
mientras me arrodillo
ajena a paisajes familiares.
Mi padre vagabundo
en un guernica de barro,
de una infancia de ocres
y povidona yodada.
Me llevaré la nostalgia
a una casa verde abril,
me enredaré en los olivos
dándole valor al viento.
Viento que me lleva,
viento que me acuna,
que entra por las ventanas
del tiempo.
Los instantes tardan en aparecer,
cogidos con pinzas
en blanco y negro.
Todas las noches los perros
husmean el futuro,
construyo casas imaginarias
con los tigres de la realidad.
Olvido mi cuerpo
cuando salgo a la calle,
para no pillarme los dedos
en la puerta de los afectos.
Mudanza contando cuadros,
paredes nuevas, otros pasos.
Monica Herrero
EL CUERPO DEL FUEGO
Cuando el dueño de la tienda, dio su primera inhalación, se incorporó a la vida de la calle y sintió su atención atraída por algo. La pequeña pelirroja, hija menor del zapatero que vivía con su familia en la casa más pequeña y polvorienta del pueblo, vino corriendo. A donde fuera corría con prisa y cuando hablaba casi se atragantaba, lo que entre sacudidas bruscas de su cuerpo desenfrenado hizo bailar a su pelo desordenado color fuego como llamas.
Lo que pocos o nadie, ni siquiera ella misma, sabían, es que su aceleración era una medida vital contra el estancamiento y contra todas las demás palabras que tenían que ver con el agua. Un año atrás su hermana mayor se fue al río, con una lentitud exaltante, que era habitual en ella, con su cuerpo somnoliento, lascivamente movido y removido por el aire de dulce azúcar que le rodeaba desde el dia en que nació, y desapareció con la misma firmeza y silenciosa indignación con la que siempre había luchado contra la rapidez de los años y la caída de las hojas en otoño. Su cuerpo flotando y extrañamente hinchado parecía una de esas hojas tranquilas, acogido por el nuevo entorno como una pluma de oro en un espeso universo de miel. Desaparecida. Como un mensaje susurrado a la inmensa red de neuronas del cerebro universal.
Laura Trat
CAMINANDO
Aquí estas otra vez con el nuevo día,
¿Puede ser una nueva vida hoy?
Apresada por este sentimiento trágico,
Muéstrate incrédula frente a él,
Escéptica,
¿Qué dice de ti? ¿Arderas en el infierno?
El infierno se oculta entre tus carnes,
Anida en tu cerebro,
El infierno es no hacer,
Tener la vida y dejarla morir,
¿Qué van a decir de tus equivocaciones?
De tus extravíos,
¿Qué te has vuelto loca?
¿Qué eres lo peor? ¿Lo más bajo?
De todos modos, siendo buena lo dirán,
Entiende, la partida está perdida,
Lo que importa es vivir,
Abrir los ojos una vez más,
Que el viento te rose,
Que conozcas a alguien más:
Un poema, un libro, una canción,
Lo importante de la vida está pasando,
¡Es ahora!
Detén el pasado, se quedó ahí, quieto,
Detenlo cuando quiera invadirte,
Este no es su lugar,
Tal vez tendrás que regresar,
Solo unos pasos atrás,
Pero reponte y ocupa nuevamente tu lugar,
Por qué es aquí,
Nada queda de la que fui,
Hoy avanzo conmigo, avanzo por mí,
Por mostrarle a esa niña mal herida,
Que no está sola, que tiene una mujer a su lado,
Que podemos protegernos,
Cuidarnos, andar juntas,
Ella con su duda y su encanto,
Yo, con mi fuerza y mi desencanto.
Es verdad que hay muerte y tristeza,
Es verdad que hay que ser buena seleccionadora,
Pero amar sin dispensa.
¡Que frágil equilibrio es la vida!
Siempre rosando entre el paraíso y el desierto,
Ojala nos cambien los ojos
Para mirar la belleza oculta en lo sórdido y lo adverso,
Ojala sigamos escribiendo versos
Que nos devuelvan la primavera
Y sigam
os sembrando la tierra
Para olvidar tanta pena.
LïzRA
EL REGALO DEL SER
Pelo, trigo y mar son tú nombre y apellidos
Pelo cual onda de agua,
Mirada de aguas profundas.
A beber quisiera de tu trigo,
Arma letal
Ese trillo que reduce,
Esquiador de terrones,
Nevizna de paja,
Temporal de paja espada,
Milagro de pan.
No quiero nada mejor
Que una hogaza de pan.
Meterme en su miga blanca
Y bucear los deseos del hombre
Que siempre tienen sabor a tibia miga.
Si un día me pierdo,
No me busques en hostiles campos de paja seca
Pues estaré en la corteza de tu barra de pan.
Henar Hidalgo Riol
ODA A LA ESPIGA
I
Desde las cuencas o almedras de tu mirar docente
cambias de tonalidad tu cabellera salvaje
con un viento que convoca candelabros vírgenes de color siena.
La siembra del otoño dispersa el íntimo fruto dorado
con el bruñido artefacto tejiendo la tierra.
Tus manos recolectoras,
le preguntan al trigo, cómo su corazón diviso
alberga tantas solidarias bolsas contenedoras de aliento…
Las piedras moledoras de harina son las yemas de tus dedos…
Y las barbas protectoras y punzantes como ásperas tejas,
son defensa contra del viento.
Ceres te ofreció la belleza de tu estructura,
así mueves briosa tu cabellera de oro palpitante.
Chisporrotea la lluvia feliz cuando hidrata tus brazos
que quisieran hacer cosquillas al cielo,
plantados en el milagro de la tierra altiva y fecunda,
desde la creciente riqueza fértil de tu vida.
II
Es invierno y el horno tarda en cumplir su tarea
transparente de alegría disimulas la ausencia de panes,
su inconfundible aroma en la alacena se pasea
invocando anhelos de los comensales, ricos, pobres,
de todos los colores.
Un crujido de piel de naranjas sondea entre las miradas
en direcciones concretas y la punta de tus dedos sosiega
la carencia cuando irradias luminosidad a la mesa.
Mariví Ávila
PACHAMAMA
Tus ojos, dos océanos heridos.
Arrebol en tu rostro de espliego aromado.
Las semillas, fuerza juvenil
crecen en las abejas de tus manos
Tus manos guardan un colibrí enamorado,
trigales amanecidos.
Amor, escondido en tus surcos
atisba otras esquinas.
Palpita la magia del colibrí enamorado
aquellos que lo ven hacer piruetas
sueñan con arenales tibios,
con el laurel florecido.
Sueñan con el árbol que eres tú, amada Pachamama
árbol de profundas raíces,
nosotros, los pequeñitos humanos
nos dejamos soñar a tu sombra.
Bajo tus ramas, los que soñamos,
hallamos un pétalo en un rincón oscuro,
hallamos un lirio blanco
en el refugio de tu frente.
Ana Barletta
MARGARITA
Ella había llegado a una nueva tierra. La gente hacía caravanas para llegar a ese lugar. Hombres y mujeres labraban esas tierras; el verano había llegado y la cosecha estaba lista para la recolecta del trigo.
Margarita, quería atrapar todos los instantes con sus ojos grandes, todo la asombraba. Había peinado firme sus cabellos para que no le molestaran a la hora del trabajo. Se sabe que de tierras, labranzas y cosechas, nada sabía, su vagar había sido inquieto. Siempre viajando, buscando alguna respuesta a lo que ni ella sabía que se preguntaba. “Pero el viajero, algún día se detendrá”.
Al iniciar la faena llevaba botas prestadas, pues solo vestía zapatillas de señorita. No conocía a nadie, se burlaban de ella por su poca producción. Pronto encontró una amiga, “Eva”, de rostro pálido, dio toda su confianza a Margarita y se convertía en esa maestra para la recolecta del trigo, la ayudó para que sus pasos fueran más ligeros, y dejase de ser “la tortuga” -como le decían-.
Margarita había aprendido que las hojas secas, señales son que el grano está listo, y al volver de la jornada, pensaba, al recordar aquellas enseñanzas, en el paso del tiempo, en el sol que doraba los campos, en la noche que marcaba el fin de la jornada y la espera de un mañana que traería nuevos brillos.
La esperanza, la fe y el amor (como las hojas secas),cosas que caen al viajar a la deriva. Solo la unión con los otros, hace que se vuelvan a aprender. Plantarse de nuevo, aun en una nueva tierra, aunque signifique desconocerte.
Arelis Juarez.
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