NADIE TENÍA CARA AQUELLA TARDE.

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NADIE TENÍA CARA AQUELLA TARDE

A Silvia Radosh y
Gregorio Topalian

Aquella tarde nadie tenía rostro,
Solo se escuchaba el eco sonoro de esas voces sin cara,
Palpitaban, anhelantes de salir,
Vibrando como luciérnagas luminosas en la espesura de la noche.

Las manos silenciosas que te acarician,
Manos del mundo, viento acariciando la derrota,
Suspiro anidado que nos mantiene vivos,
Como prolongaciones de otras vidas.

No hay rostros ni nada,
Pero su escritura, su rastro,
Nos siguen cual faros que guían,
Marcan el camino de salida con migas de pan.

No hay rostros es cierto,
Pero hay deseo y vida,
Y esa pequeña gota en el núcleo de los corazones,
En el centro del espíritu,
Elixir que impulsa,
Gota cristalina que cura los males.

No hay rostros, es cierto,
Pero estamos aquí,
Como réplica histórica,

Como memoria infinita,
Como océano envoltorio de islas,
Como cielo inmenso de azul,
Como lluvia, mojando el verdor de tu vientre.

LïzRA

 

NADIE TENÍA CARA ESA TARDE

Temblando llegué al patíbulo
Mil noches esperando el juicio
Decenas de mujeres aguantando el llanto
cubriéndonos las heridas
lamiendo los dolores
Confusión y desconcierto
nuestro pan cotidiano
La condena la cargo en mi cuerpo
al que ellos impunemente abusaron
Capturaron mi inocencia
Preñaron mi futuro
Mutilaron mi libertad
¡Hoy es el día en que se hará justicia!

Al levantar los ojos y ver
se acoplan las memorias en mi carne
mi garganta sepulta el grito
¡Nuevamente el horror!
Mi sentencia es pronunciada
desde lo alto del estrado
Por los “Jueces sin rostro”
inmunemente escondidos
debajo de capuchas negras
como aquellos que silenciaron mi voz
y arrebataron mi ilusión.

María Julia

 

NADIE TENÍA CARA AQUELLA TARDE

Tuve que multiplicar el tiempo
saciar los segundos con párvulos días,
almacenar el miedo en la despensa del valor
exprimir la ignorada ignorancia
y extraer la explosión de la flor arrinconada.

En la ciudad de los cajones
la memoria olvidada persiste y resiste
creando burbujas de asteroides fragmentados.
las palabras se vuelven esferas alineadas
en un gimnasio de sombras en mis ojos,
incendios destruidos,
selvas recogiendo ecos sin sonido.

Un retrato roto, sin ser mirado por materia alguna.

Nadie tenía cara aquella tarde y
los objetos trotaban sin gravedad con filamentos por extremidades,
intentando dar sus últimas noticias:
Una gota de agua cayendo en dos humeantes huevos
servidos en una bandeja abstracta con escucha pendular.
La gota quiso desaparecer antes de tocar esa ciudad extraña.

Los monstruos abrían sus amplias patas por toda la estancia,
cuando la realidad flotaba en una nube antropomórfica.

No me vas a impedir que escriba con tus sucias artimañas.

Tengo a los maestros de la pintura ilustrándome en
este viaje, sus compartimentos me avisan de
los movimientos encerrados.
No me vas a impedir que escriba,
aunque tritures vidrios con los pies,
Voy a construir sus caras.

Mariví Ávila

 

NADIE TENÍA CARA AQUELLA TARDE

Teníamos los ojos perdidos de horizonte
Teníamos un abrazo fugaz
los pies jugaban como niños dichosos.
La tarde declinaba en luna hechizada de sangre.

La luna nos puso rostro esa noche,
cuando aprendimos que en ella anidan los sueños.
Lo imposible habita también en la luna,
es un instante fugaz, un aletear de albatros.

La luna era noche de piel,
la felicidad, fugaz gacela,
poblaba de sonrisas la mirada,
la noche se tornó un campo sembrado de lirios.

Ana Barletta

NADIE TENÍA CARA AQUELLA TARDE

El agua de la lluvia entró de lleno en toda la casa.
Los muebles bailaban sin compás y se pisaban entre sí,
la tormenta había cesado, pero nadie encontraba a nadie…
Las calles eran ríos de mil cosas flotando alrededor.
Aún mis pasos no conocían esta tierra de valientes llamada Celaya.
Mi bisabuela, mamá Lolita me contó todo lo que albergaba su memoria.
En 1973, Celaya, mi ciudad, sufrió el impacto catastrófico más grande de su historia.
Gran parte de las personas en nuestro vecino Irapuato ya no volvieron a sus casas.
Mamá Lolita me contaba siempre sus anécdotas más divertidas, incluso las más temerarias, pues ella en su
juventud vivió la revolución y gran parte de su tiempo lo pasó haciendo labores propias de las muchachas
casaderas junto a sus hermanas en el sótano oculto de su casa,resguardadas allí como tesoros que los
revolucionarios podrían arrebatar a mi tata.
Sin embargo, nadie tenía cara aquélla tarde de la inundación.
Alrededor todo eran rostros desfigurados por el miedo a la furia del agua.
En nuestra ciudad se cumplió aquello que se dice que después de la tormenta, siempre viene la calma.
Y en esta tarde de lluvia, me acompaña elrecuerdo de tantas historias, sintiendo con natural nitidez, la voz de mi
bisabuela amada.

Dolores Granados

 

NADIE TENÍA CARA AQUELLA TARDE

Nadie tenía carta aquella tarde
Transeúntes en el boulevard
En la tienda de abarrotes,
Semejantes sin rostro
Sonrisas que se pierden en el horizonte.

Como ser otra?
Te pregunto, Gabriela.
En qué lugar de la vida
Nace el olvido?

Y ya se que no hay receta
Que no se trata de procesos
He ahi el misterio,
Atreverte al desafio.

¡Aprender a nacernos de nuevo!
En un verso,
Construir una nueva historia
Amando cada paso sin mirar atrás.

Arelis Juarez


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