Esta semana leímos y conocimos a la poeta fino-sueca Edith Södergran, que ayudó a liberar a la poesía nórdica de los confines de la rima, el ritmo regular y la imaginería tradicional. Para conocer más acerca de la autora y su obra os invitamos a visitar la revista online gratutita Poesía Más Poesía, N° 271.
AMOR
Mi alma era un traje celeste como el cielo;
lo dejé sobre una roca junto al mar
y desnuda llegué hasta ti y parecía una mujer.
Y como mujer me senté a tu mesa
y brindé con vino y aspiré el aroma de unas rosas.
Me encontraste bella y semejante a alguien que en sueños viste,
olvidé todo, olvidé mi infancia y mi patria,
sólo sabía que tus caricias me tenían cautiva.
Y tú, sonriendo, tomaste un espejo y dijiste que me mirara.
Vi que mis hombros estaban hechos de polvo y se desmoronaban,
vi que mi belleza estaba enferma y ahora sólo quería desaparecer.
Oh, aférrame entre tus brazos, tan fuertemente
que ya no necesite nada más.
DOS CAMINOS
Habrás de abandonar tu viejo camino,
es un camino sucio,
por él van los hombres con la mirada lasciva
y se oye la palabra felicidad de todos los labios
y bien adentro yace un cuerpo de mujer
que los buitres desgarran.
Has encontrado tu nuevo camino,
es un camino limpio,
por él caminan madres sin hijos
jugando con amapolas,
por él caminan mujeres de luto
hablando de pena
y bien adentro está un santo pálido
su pie, sobre la nuca, de un dragón muerto.
LA PENA DEL REY
El rey prohibió la palabra pena en la corte,
infortunio, amor y fortura,
todas ellas dolían, pero ella
y de ella, no dejaron de existir.
Su reina lo acariciaba como a un niño.
En las horas del atardecer
él se recostaba junto a su pecho
con los ojos bien abiertos de dolor,
escuchaba angustiado cada paso que se acercaba a la puerta
y la versión se le extendía por la cara.
Si las doncellas reían en el jardín como fuentes de plata,
el rey palidecía y cambiaba de tema.
Ninguna mujer joven de rizos rubios
podía mostrarse ya fuera
con la cabeza descubierta
y las pequeñas bailarinas con faldas cortas de la corte
fueron todas expulsadas.
Al llegar la primavera
el rey no salió al jardín,
se quedó tumbado en su cuarto
que daba al norte,
la primavera miraba azul pálido
a través de los cristales.