FIGURAS QUE NO SE OLVIDAN:
DAMIANA
Te vi, Damiana,
cuando pensé que no era tu nombre
el que te nombraba,
sino el sentido de tu afán
de abrazar el mundo bajo tu falda.
Te vi recogiendo restos,
como quien junta pedazos de una vida destrozada.
Una cuerda en la cintura
bajo tu maletero andante,
que crecía cada día
con cada objeto ambulante,
guardando un archivo en tu falda
sin importar la medida.
Tu falda como frontera
entre los niños perversos
que loca te llamaban
a la hora de la siesta.
Pero tú, Damiana,
seguías atando el mundo bajo tu falda:
botones recogías, hilos, telas,
sartenes y cazos,
piedras que relucían,
estropajos viejos,
cerillas encendidas…
pues todo eso era lo que en tu mundo ardía.
Y dentro de ti,
llevabas los recuerdos
de tus hijos no nacidos,
lágrimas ya secas,
preludios de romances sin esmero,
cuerpos que entraron en ti sin ser llamados,
sombras que te poseyeron sin dejar su nombre.
Te escuché gritar en la rampa,
con la carne expuesta,
con tu flor marchita revelándose,
queriéndose escapar.
Tu grito también era lenguaje no nacido.
Te guardé en la memoria.
y a veces, te veo, Damiana,
como fantasma con sábanas grises
recogiendo espliego
en la falda de la montaña.
La que llegó a los cien años
sin que nadie le preguntara,
la que fue al final cuidada
como quien riega una planta,
que resistió todas las heladas.
Ahora te veo en mis fantasías
caminando entre tiendas de campaña,
repletas de niños desplazados
por guerras y metralla.
Tienes el arte de hacer paquetes de esperanza.
Ya no gritas, ahora les cantas en voz baja.
Tus manos sanadoras,
de matrona sin papeles,
ginecóloga de la ternura,
doctora sin bata,
naciendo entre el polvo,
curando heridas palestinas.
Mariví Ávila
CRÓNICA DE UN BARRIO SUREÑO
En un barrio en la zona del Pacifico del centro de América, existió un barrio llamado “La Recreación”. Como todos los vecindarios tienen sus particularidades, este también:
Existía el vecino raro, ese que no se relacionaba con sus vecinos, no se sometia a las reglas de convivencia. Llegó a criar a sus vacas en el vecindario. Cosa que tenía prohibida, las hizo vivir ahí, entre las casas, en un terreno baldío donde sus vacas tenían donde pastar.
Su esposa era doña Marta. La que ponchaba las pelotas cuando los niños salían a jugar al fútbol y por una patada fuerte, si se llegaba a tocar su balcón, era mejor dar por perdida la pelota, que intentar reclamar pues ella denunciaria este acto ante el juez municipal.
En el barrio también vivían unos cuantos ricos, quienes reunían cuadrillas de hombres rudos para que fueran a los cañaverales cuando el tiempo de la zafra empezaba. Si no eran las vacas, eran las filas de hombres inscribiéndose con el caporal los que también dejaban las calles repletas de desechos.
Dona Tita era la fuente de información más fuerte del barrio, Si había algún rumor extraño, lo mejor era consultarle a ella pues, a primera hora, las mujeres iban a su tienda por el pan caliente y la información, caliente también, de primera hora.
También estaba nuestro Párroco, un hombre recién llegado de la Argentina, “El Padre Jhony Caris”, era muy amigo de los pobres. Prohibió algunas prácticas, que juzgaba como anticristianas. Como era: La quema de juegos pirotecnicos en honor a Jesucristo negro. El Santo de mi barrio. Les dijo a los ricos, que mejor repartieran ese dinero a los pobres porque Jesus no podia recibir luces en el cielo, cuando él tiene todo un universo de estrellas en el firmamento.
Muchos lo empezaron a rechazar y a criticar, pero otros lo amaban, lo seguían…
Entre tantas cosas que hubo en mi barrio, me es menester también hablar de nuestro loco, era un loco pacifico, no hacía daño a nadie, pero para todos él era nadie, era una especie de sombra, algo que hay que dejar estar, porque si. Alguien que pasaba inadvertido.
A mi me parecía un hombre simpático, sus facciones parecían de un hombre burgués, su caminar era extraño, caminaba con una especie de susto, como quien está a la espera de un siguiente golpe, con un hombro más inclinado que el otro, como queriendose proteger de nosequien.
No hablaba o nunca intenté escucharlo y creo que de mi barrio ninguno intentó resolver el enigma o perder el tiempo en este tipo de cuestiones.
Pero mi párroco, aquel hombre que había llegado a sacudir las bases de nuestra iglesia, ese hombre que se sentaba con las mujeres no a confesarlas sino a escucharlas, un día conoció a nuestro loco.
Y yo no sé, ni me atrevería a preguntarlo, si aquel sacerdote hizo hablar al loco o si existen personas tan especiales en este mundo que tienen la capacidad de entender esos otros tipos de lenguaje que van más allá de las palabras y que más bien tienen que ver con el alma.
Vaya a saber Dios, si nuestro sacerdote confesó al loco, o lo escucho o lo entendió. Pero lo que sí sé, es que nuestro loco empezó a asistir más a misa. Mi párroco era hombre cruel con el goloso, era un hombre flaco que condenaba al glotón, pero cuando el loco llegaba a la iglesia, terminada la eucaristía, las viudas del barrio ofrecían comida a los hermanos en la fe, y con ese dinerito, ayudaban con los gastos de la iglesia.
La comida para el sacerdote era gratuita, entonces, cuando el loco llegaba, el Padre se llenaba de júbilo y pedia doble racion, su rostro se ponía más contento que de costumbre, en la mesa especial donde el comia, comia nuestro loco y no era para el padre la doble ración, era para nuestro loco, que el padre pedía todo aquel platón.
Se sentaba al lado de nuestro loco, como también con las viudas, a las que les enseñaba nuevamente a sonreír.
Un buen dia, hubo un bautizo, “era el bautizo de nuestro loco sin nombre”, decidió darle eso que no tenía, que lo hacía nada más que un loco, un loco perdido, sin llegar a lo mínimo de un ser humano, un sencillo nombre no tenía nuestro loco. Lo nombró: Pastelito, ¿por qué? No tengo la mínima idea. (Dicen que su familia tuvo una panadería)
Porque era dulce, tal vez, lo cierto es que a partir de ese momento, le llamamos así, y cada vez que aparecía por el atrio de la iglesia, nuestro párroco decía, alegrémonos pues ha llegado pastelito a visitarnos.
Un día, se esfumó Pastelito, quien sabe a donde? No lo supimos nunca, pero a donde haya ido, ojala recuerde que tiene nombre y que existió en el corazón de un buen hombre que supo entenderlo y amarlo. Hoy le dedico este relato para que también exista en esta palabras que le nombran, para que viva y para que aprenda a volar en estas letras.
Arelis Juarez
SOBRE PERSONAJES
Natalia
Te tengo presente hoy, voy despertando de un sueño de lluvia y adolescencia, de un montoncito de hojas en el suelo de tierra mojada, de mirar frente a mí la flor lastimada por la lluvia, con un pétalo rosa roto, rasgado, por la fuerza del agua, te recordé con tu manita estirada mostrándome esa hoja que despertó tu pregunta, me preguntaste si la hoja era perfecta, una hoja oscura, amarilla de las orillas, la elegiste de entre muchas otras que eran verdes y bien formadas, la distinguiste de entre ramas y semillas y otras hojas de otras formas, levantaste a la vista esa, hoja marchita con algunos hoyitos y me preguntaste ¿es perfecta? Tu pregunta me tomó por sorpresa, como por sorpresa me sentí conectada a ti, con tus 5 años, tus juegos, tu curiosidad y el dolor inapalabrable de saber lejana a tu madre a quien querías, a quien querías complacer como ella te pedía, tenias 5 años con el peso enorme de ser como quien sabe quién, bien portada, limpia, quieta, perfecta, te dije que NO, tu pregunta tuvo un no como respuesta, y debí decirte si, no lo sé, la perfección Natalia, existe en todas partes no la define nada, es algo que todos tenemos aunque no nos parezcamos a eso otro que la gente tiene en la cabeza y dice que es perfecto, no, fue mi respuesta, pero es muy bonita, te dije, para calmarnos Natalia, para consolarnos y asumir que no seremos nunca ese molde que todos esperan, que somos distintas a ello y que las primeras que debemos aceptarnos en nuestra diferencia y nuestra imposibilidad de complacer a todos somos nosotras, no somos perfectas Natalia, igual que la hoja que levantaste que era tan distinta a las otras que a los ojos de los demás pasaron como bonitas y sanas, nosotras Natalia, estamos tocadas por la vida, por que decidimos preguntar, averiguar y eso nos hace salir de ciertos lugares, nos expone, nos quita la seguridad de estar en las ramas de los árboles y habitar el piso donde las hormigas, la humedad, el viento y la convivencia de todos esos elementos nos afectan –No, pero es muy bonita—.
Para estas fechas estarás en la adolescencia y estoy segura que eres hermosa, inteligente y que preguntas, que te permites pensar y hablar, eso es muy imperfecto en una mujer, sonríes ruidosamente, te emocionas, gritas si tienes que hacerlo, te enojas, rujes, lo sé, disfruta la flor de la vida Natalia, la emoción de vivir, aunque te equivoques, no importa, aprende y sigue, enfrenta aunque te de miedo, hazlo, es la única manera de vivir.
No somos perfectas ni lo seremos, abandonemos esa idea y sigamos adelante.
Carmelo
Tengo recuerdos de Carmelo en sepia, él era en mi infancia como una de esas fotos de los años 30`s, no en blanco y negro, en sepia, su tez era morena, siempre desaliñado y descalzo, a veces con los pantalones y camisa hecha girones en la parte de las mangas y los tobillos, le temía por que estaba loco, hablaba solo y miraba con detenimiento las piedras y la tierra de una barda que se levantaba frente a su casa, durante las visitas a los familiares pasar ese espacio que habitaba Carmelo era todo un desafío, cuando salía a la tienda y él estaba en la calle me pasaba pegadita a la pared y caminaba rápido, mis primos y yo corríamos despavoridos cuando alguien gritaba ¡ahí viene Carmelo!, pegábamos la carrera asustados hasta el puente de la calle angosta donde vivían los familiares de la villa.
Alguna vez escuché que Carmelo se volvió loco por desamor, porque una mujer lo dejó y él no lo soportó, eso lo condenó a caminar como ausente de este mundo, con los pies descalzos, sucio, riendo y hablando solo, ahora pienso que algo lo desconectó del mundo y que tal vez su mirada atenta a la tierra y a las piedras le regresaban ahí, al momento en que perdió la razón.
Pienso que él fue un nieto fallido de la revolución, él como los de la generación de mi madre son el derivado de esa promesa (de amor) que no se cumplió, el quiebre está ahí donde a uno lo traicionan y entonces ¿qué sentido tiene permanecer en un mundo que le hiere a uno? El viraje al mundo interior es inevitable y en consonancia éste se transforma ante la imposibilidad de modificar los impactos del mundo exterior, tal vez me faltan datos para constatar esto, pero sé de las repercusiones de habitar en un mundo que nos abandona y de la decisión que implica anestesiarse para vivir.
LïzRa
PERSONAJE
Tus pasos danzarines en mitad de las calles,
Tus ojos cazadores buscando humanidad,
Todo ser humano te suena por ser humano.
No niegas tu saludo excesivo
Ni tu infantil sonrisa a quien respire.
Capaz eres de dirigir el tráfico,
Porque quieres, porque puedes.
La lágrima tan presta como la sonrisa
Y el mundo por juguete.
Siempre hace dos días que se murió tu papá
Y aún lo das vida mientras lo cuentas
Ahogado en tristezas y espantos.
El calendario cuenta los años de los demás,
Nunca los tuyos.
Protegido siempre por mujer,
Madre, hermana, abuela, tía, sobrina, etc
Inocencia que desconcierta,
Que hace soñar con un mundo mejor,
Que despierta risas y compasiones,
Pero siempre desde la humanidad,
Entre la humanidad y para la humanidad.
Henar Hidalgo
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