Jorge Guillén

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Jorge Guillén

Jorge Guillén nació en Valladolid el 18 de enero de 1893. Fue el mayor de cinco hermanos en una familia de tradición liberal. Pasó la infancia en su ciudad natal y cursó los estudios primarios en el Colegio de San Gregorio. A los dieciséis años se trasladó a Suiza para completar su educación.

Estudió francés en la ciudad de Friburgo. Una vez de regreso a España, comenzó a estudiar Filosofía y Letras en Madrid, con domicilio en la Residencia de Estudiantes, pero se licenció en la Universidad de Granada en 1913. En 1917 sucedió a Pedro Salinas como lector de español en la Sorbona, puesto en el que permaneció hasta 1923.

POEMAS

VIDA EXTREMA
I

Hay mucha luz. La tarde está suspensa
Del hombre y su posible compañía.
Muy claro el transeúnte siente, piensa
Cómo a su amor la tarde se confía.

…Y pasa un hombre más. A solas nunca,
Atentamente mira, va despacio.
No ha de quedar aquella tarde trunca.
Para el atento erige su palacio.

¿Todo visto? La tarde aún regala
Su variación: inmensidad de gota.
Tiembla siempre otro fondo en esa cala
Que el buzo más diario nunca agota.

¡Inextinguible vida! Y el atento
Sin cesar adentrándose quisiera,
Mientras le envuelve tanto movimiento,
Consumar bien su tarde verdadera.

¡Ay! Tiempo henchido de presente pasa,
Quedará atrás. La calle es fugitiva
Como el tiempo: futura tabla rasa.
¿Irá pasando todo a la deriva?

De “Cántico”

LOS AMIGOS
Amigos. Nadie más. El resto es selva.
¡Humanos, libres, lentamente ociosos!
Un amor que no jura ni promete
Reunirá a unos hombres en el aire,
Con el aire salvándose. Palabras
Quieren, sólo palabras y una orilla:
Esos recodos verdes frente al verde
Sereno, claro, general del río.
¡Cómo resbalarán sobre las horas
La vacación, el alma, los tesoros!

De “Cántico”

ALBA DEL CANSADO
Un día más. Y cansancio.
O peor, vejez.
Tan viejo
Soy que yo, yo vi pintar
En las paredes y el techo
De la cueva de Altamira.
No hay duda, bien lo recuerdo.
¿Cuántos años he vivido?
No lo sabe ni mi espejo.
¡Si sólo fuese en mi rostro
Donde me trabaja el viento!
A cada sol más se ahondan
Hacia el alma desde el cuerpo
Los minutos de un cansancio
Que yo como siglos cuento.
Temprano me desperté.
Aun bajo la luz, el peso
De las últimas miserias
Oprime.
¡No! No me entrego.
Despacio despunta el alba
Con fatiga en su entrecejo,
Y levantándose, débil,
Se tiende hacia mi desvelo:
Esta confusa desgana
Que desemboca a un desierto
Donde la extensión de arena
No es más que cansancio lento
Con una monotonía
De tiempo inmerso en mi tiempo,
El que yo arrastro y me arrastra,
El que en mis huesos padezco.
Verdad que abruma el embrollo
De los necios y soberbios,
Allá abajo removidos
Por el mal, allá misterio,
Sólo tal vez errabundos
Torpes sobre sus senderos
Extraviados entre pliegues
De repliegues, y tan lejos
Que atrás me dejan profunda
Vejez.
¡No! No la merezco.
Día que empieza sin brío,
Alba con grises de enero,
Cansancio como vejez
Que me centuplica el tedio,
Tedio ¿final? Me remuerde
La conciencia, me avergüenzo.
Los prodigios de este mundo
Siguen en pie, siempre nuevos,
Y por fortuna vivir
Me obligan también.
Acepto.

De “Clamor”


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