ELVA MACÍAS GRAJALES
Nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 10 de enero de 1944. Poeta. Estudió Lengua y Literatura Rusa en la Universidad Lomonósov de Moscú. Fue maestra de español para niños en China; difusora cultural en el INBA, en Chiapas y en la UNAM donde ocupó la subdirección de Casa del Lago; directora del Museo Universitario del Chopo y de las series discográficas Voz Viva de México y Voz Viva de América Latina; ha sido miembro del consejo consultivo de Discurso Literario, Plural, Revista de la Universidad de Memphis y Revista ICACH .Becaria de poesía del CME, 1971. Segundo lugar, en el Concurso Nacional de Cuento de la Universidad Veracruzana 1969. Premio Chiapas de Literatura Rosario Castellanos, 1993. Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 1994 por Ciudad contra el cielo .El Centro de Estudios de Bachillerato de Tecpatán, Chiapas, comunidad zoque, inauguró la Biblioteca “Elva Macías Grajales” en 1996. Fue Invitada Especial del III Coloquio de Literatura Femenina de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez en 1999. Ingresó al SNCA en 2000. El Festival de Poesía Ramón López Velarde de Zacatecas, Décima emisión, fue dedicado a las obras de Elva Macías, Elsa Cross y Gloria Gervitz, 2002. Recibió el “Cuchillo Canario”, en la XVI edición del Festival del Sur-Encuentro Teatral Tres Continentes , en Agüimes, Islas Canarias, España, 2003. La revista Diturna de Morelia, Michoacán le dedicó un dossier y una plaquette en encarte, número 11, marzo-abril, 2003.
Elva Macías proviene de
una rica estirpe de poetas chiapanecos cuyo patriarca,
Jaime Sabines, es uno de los más queridos y
admirados en México.
Elva está, por muchas razones, en esta tradición,
logrando al mismo tiempo imponer con gran libertad
su propia voz. Recoge y recibe elementos no sólo de la
poesía sino del legado ancestral de esta tierra; pero es
también completamente independiente y llega incluso
a la ruptura, cuando es necesario.
En este sentido, me parece percibir un marcado
contraste entre Elva y otra antecesora ilustre, también
de Chiapas, Rosario Castellanos, en quien la tradición
se convierte en una imposición aplastante hacia la cual
responde con sumisión y desesperanza, si no en su
vida social, sí en su poesía.
Libre en su cercanía y en su distancia de ese núcleo
ancestral, la vida de Elva se enlaza con sus motivos
poéticos. Pone distancia cuando en 1963 se enamora
de Eraclio Zepeda, gran narrador y miembro del grupo
de poetas La espiga amotinada, y los dos huyen hasta
China, en lo que Eraclio llamó “el rapto más largo de
la historia”. Busca la cercanía, al retornar a una vida
feliz, donde recobran su sitio los antiguos legados.
Siguiendo su propio cauce natural, que no ha
aceptado prisas ni imposiciones, la obra de Elva
Macías discurre llena de ricos sedimentos y
resonancias entrañables; hace suyo sin saberlo ese
amor profundo por la tierra, por el hombre y los
parajes destinados al viaje o la permanencia.
En los poemas de un último libro inédito, del que
hay un anticipo en las páginas finales de esta
selección, todos los motivos poéticos de las fases
anteriores se decantan hasta alcanzar una expresión de
extraordinaria belleza y originalidad:
“Solo una flama palpita como deseo escondido. Es la oración
del sastre que cae como aguja en la tarima del terciopelo
nocturno”.
POEMAS
LA VOZ
La voz, orillada
como una lanza lejos de la contienda,
tañido apenas
sobre el fluir del tiempo,
dialoga con la muerte.
En cada advenimiento de dolor
se funda.
Pero nada es violencia,
es sólo un lento sacrilegio
que no toca los límites.
La voz, irisada
en su propio templo se mitiga,
se posa al fondo,
diluye su resonancia antes del canto
por ese desafío
que todo lo cicatriza antes de la expiación.
LOS PASOS DEL QUE VIENE
I
Danza nocturna de cascos en la piedra,
el joven Wang
cabalga con la lanza de su padre
a la primera cacería.
Ah, tal es su suerte,
cacería inicial:
un jabalí de presa
y el murmullo del grillo.
II
En la tribulación,
en la discordia,
mis dos hermanas no fueron desposadas.
La más joven murió
y la mayor no tuvo quien prodigara su soledad
con versos y canciones.
En mi vieja habitación
el viento entró para llevarse
el dolor que ya no me pertenece.
III
Murió sin fin
la vieja Low Yan
amenazada de ser eterna errante:
carecía de deudos rezadores.
IV
Quién fuera aquel que se perdió en las dunas,
a quien el sol tomó en un abrazo.
Kuan Yin, de rostro femenino,
Lun Yi, mis reducidos pies…
Se fue rayando el Gobi
sin tributarme más que este delirio,
aceptada condena.
Ay, el lamento de mi voz.
¿En dónde estuvo el volumen de mis ojos?
Aquella tarde me creí ciega.
La melodía cesó.
Ya no está aquel que volvía por las tardes
con la presa en las manos.
Ya no canta Sun las seis canciones.
Errante, en el vino y la flor,
no supo contenerse en mi mirada.
Ay, el dolor que me dejó.
V
Paseo la mirada por el estanque,
como un pez dorado lo recorro.
VI
En el té de jazmín
dejo mis ojos.
En el tazón que humea
y se apacigua
dejo mis ojos de mañana.
En el aroma de ayer
que tiene un sorbo,
en la porcelana de los días festivos
dejo absortos mis ojos.
VII
Entre mariposas
y sauces bien nacidos se desliza:
hoja desprendida en el estanque,
y es el agua una tibia limadura
VIII
Olor de insectos es el pozo,
tan sólo dije ah…
y la humedad arrebató mi voz.
IX
En la terraza
las aves duermen
cubiertas con suaves lienzos.
Mi soledad es una pequeña ciudad sitiada.
X
Nada se agita en este verde prado.
Ni la melancolía por el guerrero más audaz,
ni la precisión de Li Jua
en su lenta gimnasia.
Su cuerpo,
una estatuilla,
un dios sin pretensiones.
Inicia un solo movimiento
tapando la luna con la mano.
Mansión de mármol es la luna.
La otra mano se une
acariciando la esfera,
jade blanco en sus largas uñas.
Una pierna se contrae,
lenta pesquiza,
sus brazos se prolongan
en languidez de pesos desiguales.
Un violento virar
desde su planta lo sacude
pero no altera el ritmo
del paisaje.
XI
Toma la voz del grillo
que durmió el verano en mis solapas.
XII
Escribo a Chan Min Shu
un poema de despedida.
Pekín está cubierto de nieve,
ella pinta perdices,
las perdices escriben en la nieve.
XIII
Interrupieron mi labor
mínimos matices
modificando el tedio.
Desde mi regazo
las cuentas se dispersaron,
rodaron hasta la ofrenda última del día:
de inciensos y oraciones
cubro su partida,
se torne seda la muralla
a su paso,
notas de dulzaina
su regreso.
XIV
Anticipo mis pasos
al canto de las primeras aves,
un rumor se agranda
en el envés de las hojas
y en el trajín de los insectos.
Al amanecer,
el puente de piedra indaga
sobre viejos exilios
y mi alma deja de ser un filamento.
XV
Ceremonia al despertar el año.
Ruido de cigarras prisioneras
anuncia los pasos del que viene.
De estandartes y signos precedido,
precedido también de sacerdotes y letrados,
capitanes bajo la púrpura del palio.
En ese prisma del tiempo,
en esa furia
marcada de batallas,
su figura se mueve
con el paso suntuoso
de un pavorreal a punto de iniciar la danza:
Tsao-Tsao, general y señor de las cosechas
y el buen vino.
Fuente consultada: Elva Macias
Seleccion y nota introductoria de Es la Cross
https://es.wikipedia.org/wiki/Elva_Mac%C3%ADas
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