LUZ MENDEZ DE LA VEGA

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                  LUZ MÉNDEZ DE LA VEGA

Luz Méndez de la Vega nació el 2 de septiembre de 1919 en Retalhueu, Ciudad de Guatemala. Murió el 8 de marzo de 2012.
Fue una escritora, periodista, actriz y poetisa guatemalteca. Como investigadora se concentró en rescatar la obra de las escritoras de Guatemala. Fue una de las figuras primordiales de literatura de Guatemala.
Se licenció en Letras en su país y obtuvo el doctorado en la capital española. Debió atravesar una etapa muy dura para su país, en la que el gobierno dictatorial no miraba con buen ojo ninguna muestra de apertura y pensamiento moderno. Fue justamente en la década del 70, cuando los intelectuales guatemaltecos intentaban expresarse artísticamente a través de los grupos Rin-78 y La Moira para canalizar la creatividad que la dictadura pretendía ahogar, que Luz sobresalió por su activa contribución, tanto en la poesía como la narrativa, el ensayo, el teatro, el periodismo y la docencia.
Si bien esperó la mitad de su vida para comenzar a editar sus obras, recibió innumerables elogios y reconocimientos; por ejemplo, fue la primera mujer a la que se le otorgó el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias. Entre sus libros publicados se encuentran los poemarios «Helénica» y «De las Palabras y la Sombra», los ensayos «El Señor Presidente y Tirano Banderas» y «La poesía de Eugenio Montale», y la pieza teatral «Tres Rostros de Mujer en Soledad».

Méndez de la Vega era hija de José Méndez Valle y de Susana de la Vega que la tuvo cuando tenía 30 años de edad.a​ A finales de 1919, con el auge del Partido Unionista, José Méndez Valle prestó su casa para que se reunieran allí los miembros de dicho partido a planificar sus actividades en Retalhuleu en contra del presidente, licenciado Manuel Estrada Cabrera, quien ya llevaba más de veinte años en el poder.​ Tras el derrocamiento de Estrada Cabrera en abril de 1920, los unionistas no supieran mantenerse en el poder y terminaron cediendo el gobierno a los liberales que habían apoyado al expresidente; pero lograron que el presidente Carlos Herrera y Luna fue el designado por su conocida honorabilidad y escaso involucramiento con el régimen cabrerista.

Cuando Herrera se negó a ratificar las concesiones que Estrada Cabrera le había hecho a la compañía trasnacional estadounidense United Fruit Company, fue derrocado en un golpe de Estado dirigido por el general José María Orellana en 1921. Debido a esta situación la familia Méndez de la Vega tuvo que exiliarse en el estado mexicano de Chiapas en donde Luz recibió su primera educación en una institución laica.​

Cuando la familia regresó a Guatemala, la enviaron a un internado de monjas en El Salvador en donde recibió su educación bajo una férrea disciplina y tuvo la oportunidad de conocer a la poetisa chilena Gabriela Mistral, quien la inspiró seguir la carrera literaria; luego regresó a Guatemala para continuar con sus estudios en el Instituto Normal Central para Señoritas Belén. Ya en Guatemala, en 1938 conoció a Antoine de Saint-Exupéry​ cuando José Méndez Valle lo atendió cuando su avión se accidentó en Guatemala. Durante la convalecencia de Saint-Exupéry, el escritor francés le relató numerosas historias.

Terminó sus estudios de secundaria en el Liceo Francés e ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacionalc​ y en 1942, empezó a trabajar como columnista en el periódico semi-oficial El Liberal Progresista, cuya tendencia era decididamente en favor de la política del entonces presidente, general Jorge Ubico Castañeda.​ En 1944 abandonó los estudios universitarios y se casó con Alfonso Asturias, con quien tuvo tres hijos.

En 1944 abandonó los estudios universitarios y se casó con Alfonso Asturias, con quien tuvo tres hijos.

Méndez de la Vega tuvo su primera hija a los 20 años de edad y luego obtuvo una licenciatura en Letras en la Universidad de San Carlos de Guatemala. A principios de la década de 1960, viajó con su familia a España, en donde estudió el doctorado en Letras en la Universidad Complutense de Madrid, España; a su regreso a Guatemala en 1965, se divorció y empezó a dar clases de literatura en la Universidad de San Carlos. Durante esa época publicó algunos ensayos en el reconocido periódico guatemalteco El Imparcial y a partir de 1970 se dedicó con un grupo de mujeres a la causa y los estudios feministas y tuvo una relevante labor en el periodismo cultural.

Fue nombrada miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española y realizó investigaciones para rescatar la obra de escritoras de Guatemala.

Muerte
Falleció en el «Día Internacional de la Mujer», el 8 de marzo de 2012, a los 93 años de edad.

 

POEMAS

DARWINIANA

Nací apenas ayer,
con mi ombligo animal
raíz de carne
que aún busca
su placenta
entre agua y tierra.

Principio y fin
de otro
soy.
Nada entre nadas.
Vago perfil
que esconde
entre las sombras
la escamada cola
del saurio.

Mínima historia fetal
con el peso cósmico
a la espalda, y
la bíblica maldición
en la cabeza.
Tú y yo…
lo mismo todos
arcángeles intermedios
con la tremenda nostalgia
de nuestra pelambre
de simios.

DIDO A VIRGILIO

A Isabel Garma

Habías de venir, tú,
Virgilio,
fabulador poeta,
orgulloso romano,
a saltarte tres siglos
entre Troya mi reino,
para hacer que Eneas
naufragara en mi playa
e inventar ese amor
desdichado
que adorna tu Eneida.

Mentirosa historia,
lazo con que quisiste
unir al linaje de Venus
al vanaidoso Augusto
-tu Mecenas-
siete siglos después
cuando ya mi Cartago
yacía en cenizas.

Falsedad épica de poeta
ebrio de fama y aplauso,
fue cambiar mi bello gesto
de fiel reina suicida
que se arroja
a las llamas
para conservar intacto
su nupcial juramento,
por ese otro romántico
de tu inventada Dido,
que se mata en la hoguera,
loca de pasión y celos,
por el desprecio de Eneas.

Con eso, Virgilio,
no sólo me difamaste
por milenios,
sino que, además, heriste
a mi raza y a mi pueblo.

Sin embargo, poeta,
te perdono,
porque reconozco que,
pese a tantos inventos,
te debo
esa doble inmortalidad
que -a mi nombre-
dieron tus versos.

EDIPO

A Johanna Godoy

Cegué mis ojos, Yocasta,
para no ver
otra cosa que a ti,
amada y retenida
en mis pupilas.
Para contemplarte siempre
irremplazable.
Mía, en otra realidad
mejor que la verdad
destrozadora del sueño.

Cegué mis ojos, Yocasta,
para sentirte viva,
acariciándome en el aire
que roza mis mejilla y
se enreda en mi cabello,
como si fueran tus manos.

Nada me importa
no ver más la flor
ni el cielo azul
ni la luna y las estrellas
ni las ciudades bulliciosas
ni los rostros de mis hijos
si puedo verte fija
imagen permanente,
que no borra ninguna otra.

Entre la densa noche
de mis ojos ciegos,
puedo imaginar la luz
por el calor del sol
que cae
sobre mi piel que te añora,
y que sueña
que, en su ardiente contacto,
la besan tus labios.

Cegué mis ojos, Yocasta,
para eternizarte en ellos.
Amor
¡al que no renuncio
aunque tenga el Hades
por castigo!

SÍSIFO-POETA

A Dina Posada

Acesante
hacia arriba
olvidado del tiempo
arrastrando
pétrea carga de palabras
que me impulsan
hacia el abismo
caigo
en el aterrador
blanco vacío
de la página.

Para volver a empezar
el suplicio
de buscar en la cumbre
el inalcanzable
aire intacto
de lo nunca
antes dicho.

Acezante subo
pero me arrastra
el cargamento
de oscuras palabras
duras y frías
pesadas como piedras.

Ansioso de alas
que no puedo hacer crecer
en mi espalda
me resigno
y regreso
al principio agotador
del primer verso
o de la página vacía.

Sangrante
frustrado en el ascenso
sin lograr vencer
el peso
lastre de siglos
virginidad imposible
retomo mi carga:
tortura eterna
de lo inconcluso.

SUMA

Amo en ti
a todos los amantes que pasaron
-rostros en la sombra
del negado sueño a los recuerdos-
viento fugaz y sin huellas
sobre mi territorio intacto.

En ti, amo
también,
a los que conmigo ardieron
y se quemaron sobre mi piel
hasta volverse ceniza.
Polvo de recuerdo
desmenuzado.

Y…amo en ti
a los que amé, y he odiado,
a los que de mí hicieron lacería
triturando mis sueños y mi carne
hasta dejarla rota
esclava sumisa
de las lágrimas.

Por eso en ti, amo
a todos los amantes:
al amor claro
y al amor oscuro.
Amor total
ancho, largo y hondo
como la muerte.

VIRTUD SUPREMA

Si yo fuera hombre,
se codearían riendo,
al verme
como un viejo alce
doblada la frente por el peso
y la ramazón
de la cornamenta que
-aunque invisible-
todos miran, puesta por ti,
en mi cabeza.

Pero, como soy mujer,
precisamente,
la misma ven y loan
unánimes,
en admirativo coro,
como diadema esplendorosa
o aureola de santa.

Virtud suprema, pues,
que lleva al cielo
a la mujer,
aquello mismo que,
al hombre,
sume en infiernos
de burlas y vergüenzas.

CABELLOS LARGOS ( CARTA A SCHOPENHAUER)

Querido mío, Schopenhauer:
Ya no importa nada
el candente sello
con que nos marcaste el anca,
porque, hoy día, las mujeres
tenemos los cabellos
largos o cortos
y las ideas, quizás,
más largas que las tuyas.

Sin duda, yo comparto,
mi querido Schopenhauer,
mucho de lo que tú, sabio,
acuñaste como verdades dogmáticas,
y lo que es más, las uso
-con maestria de ti aprendida-
para demostrar lo contrario,
o sea: que animales de cabellos
cortos han tenido , también,
cortas las ideas,
que pontifican irónicos
contra nosotras las mujeres.

Porque, ahora,
maestro insigne Schopenahauer,
si pudieras enterarte,
te sorprendería saber
que a nuestros largos cabellos
-al perfumarlos- anudamos
ingeniosas frases contra ti
y los jerarcas del sexo que
valoran más su corto pene
que todas las ideas,
-cortas o largas-
que les crecen
en sus calvas cabezas.

BEATUS ILLE
Dichoso aquel
que en otro tiempo
encontraba:
la casa limpia,
la ropa planchada,
la mesa puesta,
los niños durmiendo,
y la mujer
a sus órdenes.

Así dirán,
mañana,
los hombres de hoy
cuando recuerden
estos días
de oficio sin sexo
que por siglos
eludieron,
calificándolos, astutos,
de ‘femeninos’.

Y…es muy natural
que así se lamenten
como añoran hoy
quienes evocan
los felices tiempos
de un ayer de esclavos
sin sindicatos ni leyes
y sin derechos humanos.

Tiempos iguales
a los que hoy corren
tras las cerradas puertas
de nuestra intimidad,
como trabajadoras
de doble jornada
sin descanso y sin salario;
desterradas sexuales
de los altos sillones
del poder y la fama.

ANTICIPO

Porque eres viajero
mi amor siempre tiene
dolor de adioses.

Un día te irás.
Pasajero huésped,
te esconderán otras caras,
otros nombres
y otros brazos.

Una postal vendrá
desde remotos paisajes.
Retratos tuyos me traerán
un eco de tu mirada azul
que temblará en mis manos.

Te irás porque eres marino
perseguidor de horizontes
en tu alucinada brújula
de nortes imposibles.
Te irás y lo nuestro
será sueño y olvido.

Por eso
no me preguntes,
ahora,
por qué mi amor
siempre tiene
dolor de adioses…

BARRILETES

Alto y polícrono
gozoso y ágil,
diáfano y leve
incauto soñador
flotando lentamente
en dulce éxtasis
entre el frío
azul de noviembre
ingrávido y alto
o en rápido giro
sobre sí mismo
hacia arriba
siempre
hacia arriba
sobre claros
escalones de aire
imantado
de azules
profundidades
despreocupado
de la mano
que lo sujeta
y lo gobierna
hasta abatirlo
sobre la tierra
rompiendo
su mejor vuelo
Icaro atado
a un cordel invisible
loco de azules
y diáfanas claridades
de un golpe derribado
en su ciega ebriedad
inesperadamente
el barrilete:
sueño de mujer enamorada

BRUJERÍA INÚTIL

Hoy hice la brujería
que me recomendó Marien:
«Para estar segura de olvidar,
-me dijo- la receta es estupenda,
al momento mismo
lo dejas de amar…’

Yo seguí la fórmula exacta,
paso a paso:
Con precaución vedada de ceremonia,
bajo la luna llena,
y en un sitio solitario,
a las doce en punto de la noche,
di fuego a un mechón de tus cabellos,
diciendo: ‘¡Vete! ¡Vete de mí,
maligno amor que me hieres!’

Y, al instante, la brujería rompí
y me quemé las manos
sacando de las llamas
el trozo medio encendido
del mechón de tus cabellos.

De todos modos ¡Bien sabía!
que era inútil la brujería
del consejo de Marien;
porque a un amor
como el tuyo y el mío
ni brujos ni diablos
ni psiquiatras
pueden ¡tan fácilmente!
borrarlo.

CATÁSTROFE EN LA COCINA
El silbato de las hirvientes jarrillas
rompe el silencio oloroso a cebolla
en las limpias y pacíficas cocinas
que se llenan de su música arcaica
de viejo ferrocarril en miniatura.

Las jarrillas de silbato
han sido hechas para aquellos
que olvidan siempre
apagar la hornilla, como yo,
para preocupación tuya.

Hoy, estrené la jarrilla
esmaltada de rojo y asa negra
que confiados compramos ayer
para evitar catástrofes frecuentes
por mis constantes olvidos.

Al principio fue sólo su «gor-gor’
suave como ronronear de gato
el que cautivó embelesada.

luego, fue su agudo silbato
-imperioso y mágico-
el que hizo irrumpir en mi cocina
sobre los rieles del ensueño,
oloroso a caña y cintronela,
el verde campo de la costa
con sus sembrados de milpa y banano.

El paisaje parpadeó veloz
por las ventanillas
del ruidoso tren
de negra y humeante locomotora
que me llevó
-adolescente en vacaciones-
entre campanas, banderazos
y olor a petróleo
hasta la vieja estación
del pueblo de mi abuela.

Y así, sobre la locomotora
roja y negra de mis sueños
alucinada por el silbato
de mi nueva jarrilla
me olvidé, otra vez,
-para desesperación tuya-
de apagar la hornilla.


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