Esta vez conocimos al poeta argentino Roberto Juarroz leyendo en sus «POESIAS VERTICALES», una serie de volúmenes que va desarrollando y aumentando en números (del uno al catorce) desde 1958 hasta 1997. Nos pareció que en su trabajar poético este autor se deja llevar por cuestiones de índole filosóficas de un modo tan universal, que sacude pilares fundamentales, pilares, que deben haber estado sin tocar, siempre ahí, pero sin la piel irritable y sensible, desnudez insensible que requerían de su poesía como piel, para poder ser pensados y sentidos como cosquillas.
TERCERA POESÍA VERTICAL (1965)
I. POEMAS DE OTREDAD
15
Nos quedamos a veces detenidos
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso,
con los ojos inmóviles
como dos largos vasos de agua solitaria,
con la vida inmóvil
y las manos quietas entre un gesto y el que hubiera
[seguido,
como si no estuvieran ya en ninguna parte.
Nuestros recuerdos son entonces de otro,
a quien apenas recordamos.
Es como si prestásemos la vida por un rato,
sin la seguridad de que nos va a ser devuelta
y sin que nadie nos la haya pedido,
pero sabiendo que es usada
para algo que nos concierne más que todo.
¿No será también la muerte un préstamo,
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso?
QUINTA POESÍA VERTICAL (1974)
2
Llega un día
en que la mano percibe los límites de la página
y siente que las sombras de las letras que escribe
saltan del papel.
Detrás de esas sombras,
pasa entonces a escribir en los cuerpos repartidos por
[el mundo,
en un brazo extendido,
en una copa vacía,
en los restos de algo.
Pero llega otro día
en que la mano siente que todo cuerpo devora
furtiva y precozmente
el oscuro alimento de los signos.
Ha llegado para ella el momento
de escribir en el aire,
de conformarse casi con su gesto.
Pero el aire también es insaciable
y sus límites son oblicuamente estrechos.
La mano emprende entonces su último cambio:
pasa humildemente
a escribir sobre ella misma.
SEXTA POESÍA VERTICAL (1975)
12
Cuando se apaga la última lámpara
no sólo se apaga algo mayor que la luz:
también se enciende la sombra.
Debería haber sin embargo lámparas
que sirvieran exclusivamente
para encender la sombra.
¿No hay acaso miradas para no ver,
vidas nada más que para morir
y amores sólo para el olvido?
Hay por lo menos ciertas tinieblas predilectas
que merecen su propia lámpara de oscuridad.
64
Me desperté con un pedazo de sueño entre las manos
y no supe qué hacer con él.
Busqué entonces un pedazo de vigilia,
para vestir el pedazo de sueño,
pero éste ya no estaba.
Tengo ahora un pedazo de vigilia entre las manos
y no sé qué hacer con él.
A menos que encuentre otras manos
que puedan entrar con él al sueño.