La mirada severa de mi padre, ¿abismo o anhelo?
«Me sería imposible indicar ninguna necesidad infantil
tan poderosa como la del amparo paterno.»
En El malestar en la cultura. Sigmund Freud
Nuestros recuerdos, nuestros sueños se entrelazan, surge la mirada severa de un padre. Abismo o anhelo, una fisura en el alma llamando desde la profundidad. Secretos que yacen en su mirada dulce o implacable.
Las palabras se deslizan como hilos de nácar, tejiendo la trama de cada historia compartida. El padre figura imponente, autoridad, se alza como un faro, una mezcla de protección y juicio, nos envuelve en su misterio.
Deseos y temores escondidos, detrás de sus pupilas, vigilante, guardián o verdugo. Su mirada, elixir de amor y exigencia, donde buscamos como niños, su refugio en un abrazo.
Como hadas, invocamos a las musas, y tejemos cada poema con hilos de palabras, hilando imagines y sueños para compartirlos con ustedes, nuestros lectores fieles.
A quienes se atreven a sumergirse en el abismo de la poesía y encontrar su propia voz. Te invitamos a seguir leyendo, a explorar los recovecos de nuestra poesía. Inscríbete en nuestro taller de poesía Grupo Cero, donde las palabras se convierten en alas y los versos en mapas de caminos infinitos, que no mueren nunca.
Coordina este taller de poesía la Psicoanalista y poeta Helena Trujillo Luque, quien atentamente estará para darte la información que requieras.
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LA SEVERA MIRADA DE MI PADRE
Me dejaste […]
Lo más inmaterial que es tu mirada…
Amado Nervo
Tu mirada latía golpes,
Golpes cayendo a plomo sobre mí,
Sobre el rincón de mis sueños,
Sobre las rondas y los grillos,
Sobre las serpientes que le silbaban a la lluvia,
Memorias del despiadado amor,
Del distante e inaccesible amor.
Después:
A cuidarse sola,
A avanzar sola,
A vivir sola,
Andar, con la mirada en el camino,
Escudriñando en desconocidas sombras,
Atroces, ligeras, fugaces sombras,
Guardaban una triza de ti, migajas,
Llevaban a tu preceptor de miradas acechantes,
Al mortificador.
Después:
Las armas del verano entraron en mi frente,
Quemando el cielo, el día,
Quemaron lo último de mi vieja choza,
Destaparon el resquicio, la grieta,
El sitio silencioso donde la experiencia hace su labor,
Trabajadora incansable, sutil compañera,
Guía de laberintos, inquisidora de tesoros ocultos,
La materia del canto y del poema,
Orbe, sin antes ni después ni cuándo.
Lizbeth Ramírez
LA SEVERA MIRADA DE MI PADRE
Lenguas cortadas
a tu paso acuciante,
hacia el portal del olvido.
En tu andar presuroso
se te desprenden las carnes
y la grasa resbala
encharcando tus plantas.
Pechos murmurantes
con la lava del infierno,
teratoma sin habla,
sin pulmón, sin tráquea
Sin gato que nos cuide.
De corazón a corazón
se extiende tu abuso,
En el lugar en el que
se forman las palabras,
Con las cuerdas
también cortadas.
En el camino,
dientes y muelas,
colmillos, caninos.
El mismo pensamiento
Haciendo surco en el cerebro,
Diligente,
Una y otra vez,
Trazando la misma línea
hasta cortar en dos al mundo.
Teratoma,
Pequeño ser
que se gesta entre las bocas.
Rodante,
Que te impregnas de pelos,
Un ojo interno
Con la soga
enredada al cuello
que no tienes,
Y las manos
y el padre
también inexistentes.
Tomas y tomas
de la tierra las piedras,
Huesos y ovarios del mundo.
Hijo de nadie
que se pudre suavemente
Entre las flores
Y las piedras preciosas,
Pesadilla
bajo las mezquitas marinas.
Tumor con dientes,
perla de la tierra
sudor de hálitos malignos.
El pequeño monstruo
Mira dulcemente
a su madre,
Aquelarres solitarios
y marchitos
sin conexión
con el mundo.
Tonantzin Rodríguez
LA SEVERA MIRADA DE MI PADRE
La severa mirada de mi padre
llora en soledad
otras miradas lo arrastran
a un abismo ciego.
La vida es una,
estruja con violencia
tormenta impasible
dolor inmaculado
tangible en su mirada.
En la cima de su montaña
hojas blancas
se anidan
un frío entumece sus huesos
palpando el miedo
tiembla desorbitado
inexpugnable
mirada hostil
puño desgarrante
se pierden en el olvido.
En su gaznate
tiemblan las horas
taciturnas
recogen sus pasos
cavilando su andar
hambrientas.
En el puerto verde
lirios y gaviotas lo esperan
lo visten de sueños
para hacerle descansar.
Jeil Parra