NUEVO AÑO 2023-2024 EN NUESTRO TALLER DE POESÍA
Este año comenzamos con buenas noticias, nuevas compañeras integran nuestro grupo y las recibimos con alegría, animándolas a permanecer en el trabajado de construcción como poetas cada semana.
Además, les compartimos que nuestro maestro, fundador y director de la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero de Madrid, Miguel Oscar Menassa cumplió 83 años, por los que celebramos con entusiasmo, reconociendo su enorme trabajo como constructor de grandes obras, a traves del tiempo y que como aprendemos de él: «Las grandes cosas se construyen poco a poco a través de los años.» Los que seguimos su trayectoria de cerca, vemos como su trabajo se imprime, en el crecimiento de un movimiento que se expande hasta los confines de territorios distantes, donde sus esperanzadoras palabras tocan el suelo, haciendo crecer árboles de raíces profundas, que dan los más grandes cultivos de frutos maduros de una estación lejana para la vida de quienes estén tentados a probarlo.
POEMA A MENASSA EN SU 83 CUMPLEAÑOS
Debió ser un día pleno de estrellas,
un día de sol iluminado
el de tu alumbramiento,
entre las más bellas flores
de aquella primavera de 1940.
Cogiste el testigo de un destino
que ostentaste orgulloso
orientando el rumbo de una época,
sostenido al amparo de la letra
que impulsaron la creación de Grupo Cero.
Tu marca ya tiene un ejército
de noveles escritores y poetas,
tu pensamiento, fieles seguidores
labrando una Patria nueva,
un territorio donde el hombre
amplía con valentía su horizonte.
No fue fácil el camino recorrido,
más, supiste afrontarlo a lo valiente.
Tu fuerza es el viento que corre,
levantando polvareda a su paso,
en microscópicas partículas
que fecundarán los siglos venideros.
Olga de Lucia
19 de septiembre de 2023
Compartimos los poemas destacados de esta semana, y que hemos leído con emoción en nuestra primera clase de un nuevo período de trabajo.
La poesía es como respirar por la herida. Entendamos herida como vivencia,
como experiencia personal. La poesía nace de los sentimientos subjetivos, nace
de la MISMA PROSA DE LA VIDA, pero consiste en lograr que esos sentimientos y
esa prosa trasciendan a valores estéticos mediante un lenguaje peculiar, una
palabra cargada de contenido y una forma armónica y rigurosa. Todo ello debe ir
envuelto en un ritmo que nace del propio poema, sin el cual la comunicatividad
del poema puede frustrarse.
Y agrega, cuando le cuestiona sobre el futuro de la poesía:
Porque la poesía nace de la prosa, por ese lado no hay temor. Por otra parte,
en un tiempo de guerras, de hambres, de injusticias como el mundo actual, en un
tiempo enloquecido, la poesía es lo único que pone un poco de paz y de
esperanza. Estamos a punto de entrar en un nuevo siglo. En los anteriores la
humanidad no ha sido capaz de eliminar tan graves lacras. Me temo que tampoco
lo va a lograr en los venideros. Pero siempre habrá un ser humano que enarbole
desde la poesía una palabra de paz, de libertad, de protesta, de belleza, de amor.
Esa es la esperanza.
La poesía no termina, el poeta no es antorchero del fuego de la poesía, el
poeta es el fuego mismo.
Leopoldo de Luis
Sin un trabajo productivo sobre la obra producida, el arte se parecería al
sexo. El trabajo para con la poesía, alterna entre el trabajo de creación y el trabajo
de oficina. Entre lo que tengamos que tirar al cesto de la basura y morir en eso,
hasta lo que tengamos que publicar aunque en eso se nos vaya la vida. El que no
soporta esa fuerza desestabilizadora en él, no puede la poesía. El poeta, a la
inversa de un líder, debe realizar todas las tareas que se propone, no debe
delegar en nadie sus funciones, nadie podrá como él. En todo dejará una marca,
su marca. No sólo las calles se llamarán con su nombre, sino también la propia
poesía se llamará con su nombre. No sólo tiene que escribir como nadie lo ha
hecho, sino que tiene que hacer el amor como nadie lo ha hecho. No sólo cantará
a la vida, función de todo poeta, entregarse a la simplicidad de la vida y cantar a la
grandiosidad de la muerte. Y todavía acariciar a los niños y mirar agradecido el
crecimiento de los mayores. Basta de religión, basta de dioses. La poesía requiere
la integridad de un hombre sin mirada. Basta de vinos, basta de locuras. Ella
desea una precisión mortal. Un punto aquí. Querrá decir que el mundo se detenga. Mundo suspendido de la ilusión de sentido que ha generado la
interrupción. Y después, ansío caer entre sus brazos.
Miguel Oscar Menassa
PRÓLOGO DE “LA NUBE EN PANTALONES”
A vuestros pensamientos que sueñan
sobre sus sesos reblandecidos
como un gordo lacayo sobre un sofá grasiento
quiero irritarlos
con un jirón sangriento de mi corazón,
me burlaré hasta hartarme, mordaz y atrevido.
¡No tengo en el alma ni una sola cana
ni tampoco hay en ella ternura senil!
Ensordeciendo al mundo
con el poder de mi voz avanzo hermoso,
con mis veintidós años de existencia.
¡Los delicados
tocan el amor con tiernos violines!
Pero el rudo se sirve de timbales.
Prueben, como yo,
a darse vuelta como un guante
y ser todo labios.
¡Venid!
¡Aprended!
Mujeres que hojean los libros mojando los labios,
como cocineras repasando un libro culinario.
Dejad vuestras salas, sedas, batistas,
y la decente decencia de vuestras ligas angelicales.
Si es eso lo que queréis,
enloqueceré con la carne,
y como el cielo cambiaré de matiz.
Si es eso lo que queréis
seré intachablemente delicado.
No seré un hombre,
sino
una nube en pantalones.
No creo que exista una Niza florida.
De nuevo
glorifico
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres gastadas como un refrán.
Vladimir Maiakovski
¿QUIÉN ERES TÚ?
¿Quién eres tú, oh niña, y de qué campos
con esa flauta triste?
¿Por qué el aire suena así tan melancólico
si el arroyo es el camino, allá,
de la plata del aire?
¿Quién eres tú, de música y de lágrimas,
en las colinas del silencio?
¿Quién eres tú, di, quién eres tú,
y es de este mundo ese país que hilas
de repente a mi lado lo mismo que una lluvia?
¿Quién eres tú, y de qué muerte vienes,
o de qué vida dulce ni siquiera soñada
suspendida a un paisaje apenas entrevisto?
¿Quién eres tú, di?
¿Eres la pena desconocida, de qué tiempos?
¿que encuentra, no se sabe dónde, no se sabe qué agua,
y moja y moja un aire blanco?
¿O eres acaso, di,
eres la dicha inédita, niña misma del aire,
pero en un “aire” tímido, tejido
por unos dedos de neblina,
al saberte, oh tú, recién libre de los velos,
y todavía imposible, ay, en los juncos de aquí?
¿Quién eres tú, di, de llanto antiguo,
alada sobre un arroyo antiguo, en el soplo antiguo
de una melancolía casi de ángel
con las perlas, que no sabemos, de este aire?
¿Quién eres tú, oh niña, y qué rocíos
los de esa flauta íntima?
¿Y qué hálito es el tuyo, di,
que nos une, al final, del otro lado ya del aire,
en un solo hilo de tiempo, altísimo,
sobre las gotas de un abismo?
Juan L. Ortiz
Argentina, 1896
SOBRE LA LIBERTAD HUMANA
Qué hermosa eres, libertad. No hay nada
que te contraste. ¿Qué? Dadme tormento.
Más brilla y en más puro firmamento
libertad en tormento acrisolada.
¿Que no grite? ¿Mordaza hay preparada?
Venid: amordazad mi pensamiento.
Grito no es vibración de ondas al viento:
grito es conciencia de hombre sublevada.
Qué hermosa eres, libertad. Dios mismo
te vio lucir, ante el primer abismo
sobre su pecho, solitaria estrella.
Una chispita del volcán ardiente
tomó en su mano. Y te prendió en mi frente,
libre llama de Dios, libertad bella.
Dámaso Alonso
SOY EL DESTINO
Sí, te he querido como nunca.
¿Por qué besar tus labios, si se sabe que la muerte está
próxima,
si se sabe que amar es sólo olvidar la vida,
cerrar los ojos a lo oscuro presente
para abrirlos a los radiantes límites de un cuerpo?
Yo no quiero leer en los libros una verdad que poco a poco
sube como un agua,
renuncio a ese espejo que dondequiera las montañas ofrecen,
pelada roca donde se refleja mi frente
cruzada por unos pájaros cuyo sentido ignoro.
No quiero asomarme a los ríos donde los peces colorados
con el rubor de vivir,
embisten a las orillas límites de su anhelo,
ríos de los que unas voces inefables se alzan,
signos que no comprendo echado entre los juncos.
No quiero, no; renuncio a tragar ese polvo, esa tierra
dolorosa, esa arena mordida,
esa seguridad de vivir con que la carne comulga
cuando comprende que el mundo y este cuerpo
ruedan como ese signo que el celeste ojo no entiende.
No quiero no, clamar, alzar la lengua,
proyectarla como esa piedra que se estrella en la frente,
que quiebra los cristales de esos inmensos cielos
tras los que nadie escucha el rumor de la vida.
Quiero vivir, vivir como la hierba dura,
como el cierzo o la nieve, como el carbón vigilante,
como el futuro de un niño que todavía no nace,
como el contacto de los amantes cuando la luna los ignora.
Soy la música que bajo tantos cabellos
hace el mundo en su vuelo misterioso,
pájaro de inocencia que con sangre en las alas
va a morir en un pecho oprimido.
Soy el destino que convoca a todos los que aman,
mar único al que vendrán todos los radios amantes
que buscan a su centro, rizados por el círculo
que gira como la rosa rumorosa y total.
Soy el caballo que enciende su crin contra el pelado viento,
soy el león torturado por su propia melena,
la gacela que teme al río indiferente,
el avasallador tigre que despuebla la selva,
el diminuto escarabajo que también brilla en el día.
Nadie puede ignorar la presencia del que vive,
del que en pie en medio de las flechas gritadas,
muestra su pecho transparente que no impide mirar,
que nunca será cristal a pesar de su claridad,
porque si acercáis vuestras manos, podréis sentir la sangre.
Vicente Aleixandre
España, 1898
LA CASA
La casa está gris, cerrada,
como una muerta esperando
que el féretro sea blando.
La casa está mal usada
por la tristeza y el tedio.
Las tardes dan cenicientas
sobre sus persianas lentas.
Crece el polvo; hay un asedio
de olvido por las ventanas.
La casa quiere manzanas…:
sólo vive por los gatos
que en las sábanas vacías
forman con cuatro alegrías
dolorosos garabatos.
Junto al baño se detiene
el talco: atónito y mudo
al ver que no me desnudo.
En el aire se va y viene
olor a duelo y a hombre…
Los cactus y las arañas
hacen uniones extrañas.
El lecho busca mi nombre
dicho por la voz aquella
-voz entre humo y estrella-
cuando mordía lo triste
que llevo siempre en la boca…
La sala está como loca.
El patio apenas existe.
No importan esos papeles
que ensucian cariño y sueño;
no importa ese desconsuelo
de los cortinajes fieles.
No importa la última carta
no recogida, la puerta
sorda como una flor yerta;
no importa el sol que se aparta
del jesucristo y la copa,
ni los espejos con hambre
de copiar una ilusión.
No importa que no haya ropa;
yo he colgado en el alambre
a mi propio corazón…
Y allí me quedo y la cuido
de huracanes y dolores:
sueño que le planto flores,
que el cielo vive encendido
sobre su techo pequeño…
Y sueño que Dios promete
regalarme este juguete
para soñar lo que sueño.
Y cuando sueño se alegra
mi pena espumosa y negra
y un pájaro la traspasa.
¡Qué miedo más malo el miedo
de que el Azar con su dedo
me borre toda la casa…!
Carilda Oliver Labra
Cuba, 1924
CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL
SOBRE POESÍA
Ciudadano inspector,
perdone la molestia.
Gracias,
no se preocupe,
me quedaré de pie.
Quiero tratar
un asunto bastante delicado:
qué sitio ha de ocupar
el poeta
en las filas obreras.
Igual que los que tienen
tiendas y terrenos
también yo debo pagar
impuestos.
Usted me pide
quinientos al semestre
más veinticinco
por no declarar a tiempo.
Mi trabajo
es igual
a cualquier otro.
Mire
cuántas pérdidas,
cuántos gastos
invierto en materiales.
Usted sabe
naturalmente
eso que llaman rima.
Si la primera línea
termina en «ajo»
entonces, la tercera,
repitiendo las sílabas
debe poner
algo así
como «cascajo».
Si utilizo su lenguaje
la rima es un cheque,
hay que cobrarlo alternando los versos
y buscas
con detalle sufijos y prefijos
en el cofre vacío
de las declinaciones,
de las conjugaciones.
Coges una palabra
y quieres meterla en la estrofa
pero si no entra
y aprietas,
se rompe.
Ciudadano inspector:
le juro
que el poeta paga caras
las palabras.
Hablando mi lenguaje
la rima es un barril
de dinamita,
y la estrofa es la mecha.
La estrofa se consume,
y estalla la rima,
y por el aire y la ciudad
la estrofa
vuela.
¿Dónde hallar,
y a qué precio,
rimas que estallen
y de golpe maten?
Quizá sólo sean
cinco las rimas
increíbles
y sin estrenar, perdidas
más allá
de Venezuela.
Me voy a buscarlas,
haga frío, haga calor,
atado por anticipos, préstamos y deudas.
Ciudadano,
tenga en cuenta
el pago de los viajes.
La poesía
toda
es un viaje a lo desconocido.
La poesía
es como la extracción del radio
-Un año de trabajo
para sacar un gramo.
Sacar una sola palabra
entre miles de toneladas
de materia prima verbal.
Pero ¡qué ardiente
el calor de estas palabras
comparado
con la humeante
palabra bruta!
Esas palabras
mueven
millares de años,
millares de corazones.
Claro
que hay poetas
de distinta calidad.
Muchos
de hábil mano,
como prestidigitador,
sueltan estrofas de la boca,
suyas y de otros.
Y para qué hablar
de los castrados líricos.
Meten un verso ajeno
y están felices.
Eso es
robo y despilfarro
uno más entre los que azotan el país.
Esos
versos y odas
aplaudidos
hasta la saciedad
entrarán en la historia
como gastos accesorios
de lo hecho
por dos o tres buenos versos
de nosotros.
Muchos kilos de sal
habrás de comer
como suele decirse,
y fumar cien cigarrillos
hasta
sacar
la palabra preciosa
de las honduras artesianas
de la humanidad.
Rebaje por eso
los impuestos,
quítele
una rueda
a los ceros.
Uno noventa
cuestan cien cigarrillos.
Uno sesenta
la arroba de sal.
Demasiadas preguntas
su formulario tiene:
Ha viajado
o no ha viajado?
Y si le respondo
que en estos quince años
he reventado
decenas de Pegasos,
¿qué?
Póngase usted
en mi sitio,
piense en el servicio
y propiedades.
¿Qué ha de contestarme
si le digo que soy
caudillo popular
y al mismo tiempo
trabajo a su servicio?
La clase obrera
vibra en nuestras palabras,
somos proletarios
motores de la pluma.
La máquina
del alma
se gasta con los años.
Dicen entonces:
estás gastado,
fuera.
Cada vez amas menos,
te arriesgas menos
y mi frente
desgastada
por el tiempo no arremete.
Entonces llega
el desgaste mayor,
el desgaste
del alma, del corazón.
Y cuando
este sol,
grande y redondo
se alce
en el futuro
sin lisiados ni tullidos,
ya me habré
podrido,
muerto en una cuneta
junto
a decenas
de mis colegas.
Hago
mi balance final.Afirmo,
y no miento:
entre los vividores
y actuales fulleros
seré
el único
con deudas impagables.
Nuestra deuda
es aullar
como sirenas de bronce,
entre la niebla filistea
y el fragor de la tormenta.
El poeta
siempre adeuda al universo,
paga con su dolor
las multas,
los impuestos.
Adeudo
las calles de Broadway,
los cielos de Bagdad,
el ejército rojo,
los jardines de cerezos del Japón,
todo aquello
sobre lo que aún
no pude cantar.
Al fin y al cabo
¿para qué
tanto jaleo?
¿Para disparar rimas
y atronar con el ritmo?
La palabra del poeta
es su resurrección,
su inmortalidad,
ciudadano inspector.
Dentro de cien años,
en un pliego de papel
cogerán una estrofa
y resucitarán este tiempo
Y ese día
surgirá
con fulgor de asombros,
y olor a tinta
le envolverá en su vaho,
señor inspector.
Usted, habitante convencido
del día de hoy
saque en el Comisariado de Caminos
un pasaje para la eternidad,
calcule
el efecto de mis versos,
divida
mi salario
en trescientos años.
Mas la fuerza del poeta
no estriba
en que le recuerden a usted en el futuro
y se asusten.
No.
Hoy
la rima del poeta
es caricia también,
consigna,
látigo,
bayoneta.
Ciudadano inspector,
pagaré cinco
quitando los ceros que van detrás.
Por derecho
yo
reclamo un hueco
entre las filas
de los obreros
y campesinos más pobres.
Y si usted piensa
que todo consiste
en saber utilizar
palabras ajenas,
entonces, camaradas,
aquí tienen mi pluma,
y escriban
ustedes
cuanto quieran.
Vladimir Maiacovski
Rusia, 1893
CON ESTA BOCA, EN ESTE MUNDO
No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.
Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.
Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado del silencio,
lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo con la lengua cortada.
¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte,
poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta
sola boca?
Olga Orozco