CRECIENDO COMO EL BAMBÚ
Creí que estaba seca y maldita,
que podían moler mis huesos
bajo la tierra mientras permaneciera muda.
Y eran sus palabras secas,
que me llegaban desde
los buceadores de la
falsa aurora,
traficando con mi muerte.
Un día del pasado siglo,
yo, como el bambú,
fui extrayendo la savia de la tierra,
dosis de vida en esa oscuridad sedienta,
los nutrientes se me ofrecían secretamente,
no fueran a levantar sospechas de vida incipiente,
y moler lo otorgado en esta seca tierra,
aun así hubo ruido, truenos y centellas
queriendo impedir el brotar de la semilla.
Ella ascendía, a veces, en frágiles ramas
para derribar los muros que la
separaban de la realidad,
mientras un terremoto agitaba mis piernas.
Aún no era el tiempo
volviendo a la oscuridad
había que trabajar en raíces más fuertes,
profundas, pacientemente, como el bambú.
Y pasaron años de destierro donde ya no
me reconocía ni yo, mis ojos iban tomando
las partículas de mi nuevo sustrato,
acostumbrándose a esos hilos de costura,
a los recuerdos del hambre en madrigueras
de cristal, pidiendo libertad,
en los suburbios del alma destronada,
extraía las reliquias de reptiles
extinguidos, produciendo párpados con
planetas interiores.
Con la paciencia del bambú,
durante años,
aquella semilla se fue haciendo fuerte,
conjugaba el sol con las estrellas
en sus ramas flexibles,
para no perder la brújula
de este nuevo destino.
Mariví Ávila
EL FRÍO RASGA LA MEMORIA
Candida es la noche eterna
bruñidos perfumes sostienen la luna
cantos de sol se escuchan por la estación del tren.
Risas en los acantilados suenan,
se desbordan de frío
susurrando su inocencia.
Perdida están las voces
lejanas de ausencia
como la mano que toca el cielo.
Se desgastan los aullidos
que rompían las barreras del silencio
abriéndose paso entre la niebla.
Espesa está la noche
llena de espantos
de ruidos silentes.
Rugen las palmas movidas por el viento
Nekko maúlla su canción gatuna
y el techo cruje con fervor.
Ah, la noche, cada que llega es un pesar.
Jeil Parra
ENCUENTROS
Apolonia
La mujer que doma las bestias.
La vi de lejos en el páramo de esta tierra seca, agrietada por el sol, pero surcada
¿cómo el desierto puede dar vida?, pero estaba ahí ella, con su estaturita y su piel
ajada, con los negros ojos y la sonrisa amplia, su pelo entre negro y gris, entre
seco y vivo, con esos zapatos que se hundían en la tierra que polvosa nos
rodeaba.
Claro que a ella eso no le importaba, mis observaciones externas ¿qué son para
una mujer que sabe como domar a la vida? Que ondeando su lazo revuelve a las
vacas, las conduce y encierra, una mujer de las piedras, de la oscuridad, del
viento, del sol y las barrancas, profundas barrancas con caminos extensos.
Apolonia estaba ahí, parada en medio de los surcos de su tierra, su falda
ondeando como bandera, la bandera que muestra que es dueña de su territorio,
propietaria de ese desierto, de ese pedazo de desierto del que ella sabe hacer
surgir la vida.
Ofelia
Como te recuerdo Ofelia, con tu historia de las trenzas cortadas ¿lo habrás visto
en aquella película? Ya sabes en esa en la que la que joven se rebela y se corta
las trenzas para ser otra, como tú Ofelia, que te cansaste de lo bajo que te
trataban ¿qué garantiza un pelo corto? No sé, pero tal vez como torero que regala
su coleta después del triunfo, tal vez tu pensaste que cortando tu cabello te hacías
más mujer y te ganabas un lugar en el mundo.
No sé Ofelia, ojalá pudiera decirte hoy que un acto así nos fortalece, pero aún no,
aún no llegamos a eso, que bueno que el corte de tus trenzas te dio fuerza, tanta
para ser madre sola, para criar a la hija que no pudo cumplir con tu deseo de no
pasar por tu misma historia.
Hoy viniste a mi mente Ofelia, te recuerdo en esa tarde donde estaba sola, donde
me sentía sola y busqué refugio ahí donde me conociste, en ese pasto quieto lleno
de arte, en ese lugar en el que también te refugiabas.
Como es la vida Ofelia, yo buscando resguardo y tu buscando consuelo,
coincidimos en eso, resguardo y consuelo, vieras, hoy me gustaría escucharte
hablar de nuevo de la difícil vida, de la adaptación profunda, de tu corte de
trenzas, justamente hoy que estoy buscando mi lugar en el mundo.
Liz Ramírez
NOCHE DE SAN JUAN
Desearía hoy tenderme sobre la hierba fresca
junto a mi amor,
hoy noche de San Juan.
Te recuerdo hoy que las praderas tienen el color de tus ojos.
Noche de San Juan, hoy todos los mares del mundo
tienen una gota del Jordán.
No sé porqué en esta noche mágica, te recuerdo,
saltando las hogueras
para ahuyentar tus demonios.
Yo te quería, prendí en tu rostro un latido de lirios.
Sembré en tu pelo,
noches de sol.
Obstinado tú todas las noches evitabas tus fuegos,
conjurabas tus demonios, sin saber
¡pobre de ti! que no se puede huir de uno mismo.
No pudiste seguirme, no quise seguirte
en el camino hacia esos brazos
de criminal novia.
Una noche aciaga te fuiste y yo
que había caído en las argucias del amor
esperé tu regreso, esperé….
Tú quedaste prendado
de las piedras preciosas que los mercaderes te ofrecían.
No entendiste que mi patria era esperar el sol
No entendiste que los días de lluvia
bañaban suavemente
mis cultivos de albahaca.
No entendiste que la hierbabuena
tiene hojas aterciopeladas
que te acarician.
Los brazos de la novia cruel
te seducían más que la albahaca,
el sol, la hierbabuena.
Más que esos poemas que yo te leía tendidos en la arena.
“Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos”
No, no lo entendiste.
Ana Barletta
VERANO TARDÍO
Te busqué en los días grises,
En la sonrisa de un vecino sin dientes,
En los días de lluvia y frío
Y no llegaste.
Te busqué en el ruido
En el canto de las aves en libertad
En el silencio necesario
En el vacío de mi vida.
Te busqué en la primavera
Y las flores silvestres.
Me hablaban de ti.
Ellas saben esperar.
No se angustian
Brillan y lucen preciosas.
Mientras tu luz admirable
Se abría paso en las tinieblas.
El oro esta aqui,
un solsticio te trajo a tierra.
Y yo no se
Si me vesti de nube.
Arelis Juárez