AQUEL PERFUME TERRIBLE
Desde mi cama miro tu luna siniestra
en pantalones, cruzada de brazos y perenne
saliendo de la luz hasta los bordes
de mi hígado desesperado,
soplo higueras y uvas rojas
de la ira con la incertidumbre puesta
en la mirada sobre mi propia vida.
Te transformo, luna terrible
en rayos y truenos que traspasan
el núcleo de la Tierra mientras yo
intento la cura a través del olvido
y me enhebro a una flor que vive en mí
como la verdadera o floto como nube en un
territorio inventado para evadirme
de tu perfume terrible,
sostenida por cables que sobrevuelan
la negrura sin tocarla apenas.
Así, antes de que llueva, para mis manos,
antes de que caigan al abismo,
pongo colores en la tela y escribo este poema.
Mariví Ávila Vegué
AQUEL PERFUME TERRIBLE
Aquella noche fría de invierno en la que Lucrecia
había salido del trabajo con la satisfacción de la
tarea diaria bien hecha, con ganas de llegar a
casa para descansar, pero que, aprovechando la
distancia de varios kilómetros hasta llegar a su
coche, hacía ese camino andando por lo de
ejercitar un poco las piernas pues su trabajo
la llevaba a estar demasiadas horas sentada…
Esa noche, como digo, a medio camino, un olor
a perfume con recuerdos pasados se le presentó
de repente. No sabía de dónde venía, pero era
el perfume que su marido, José, usaba cuando ella
estaba embarazada de su hijo.
Lucrecia tomó manía a ese perfume hasta hacer
que su marido dejase de perfumarse pues le hacía
vomitar y esa noche no había relaciones íntimas.
Pasaron muchos años hasta que la nariz de Lucrecia
dejó de recordar ese olor terrible.
Después vino la separación de la pareja y José,
ya usaba otro perfume por esa época.
La separación fue por terribles celos, posesiones, etc…
que daban lugar a maltratos psíquicos hacia ella
con disfraz de amor, por lo que la decisión de
la separación no fue fácil, era un amor adictivo.
Lucrecia caminaba apresuradamente como si
alguien la siguiera, con la respiración
entrecortada, escalofríos, inquietud, el olor se iba
haciendo más intenso, como si un fantasma
la siguiese…
Al doblar la esquina, esa noche,
apareció José con un ramo de rosas rojas y
una pancarta que decía: Serás mía para siempre.
Te guiará hasta mí este perfume terrible.
Mariví Ávila Vegué
AQUEL PERFUME TERRIBLE
La niña Rosetta tenía el ala cortada.
Con los ojos muy abiertos, lágrimas secas,
jugaba con los lirios blancos de su jardín.
Aleteaba en sus ojos un zorzal sin nido.
Un océano sin peces.
La clepsidra marcaba su compás,
la acompañaban sus cachorros
con sus risas de selva amanecida,
la acompañaban los ojos de su perro
como cielos anhelantes.
Cuando creció Rosetta era una dama que creía
que el amor anidaba en los ojos,
sus palabras apretadas, marchitas
invadían su corazón y allí convivían
con sus más bellos sueños.
Ojos sin palabras, deseos crepusculares,
deseos de otros, porque la dama Rosetta
no deseaba. Era un poquito feliz,
con esa felicidad que se permite una mujer
que calladamente cultiva sus hortensias.
¡Era terrible aquel perfume!
Ana María Barletta
AQUEL PERFUME TERRIBLE
Aquel perfume terrible
Pulsera de rosas en mis muñecas.
Supe que algo había cambiado,
Supe que de aquel lugar había partido.
Caminando sin saber
Exactamente a donde voy,
Sobrevivo de aquel naufragio.
Cuando sucedió?
No lo sé con precisión.
No perdí las calles que me llevan a ti,
Encontré caminantes.
«Ella nos guía».
Que te casaste?
«Buena suerte».
Que me encontraste en la placita
Y no te saludé?
«Yo dejé los desperdicios
de mi pasado, al mar,
Que todo devora.
He ahí, mi falta de educación.
Debo confesarte algo:
Nunca te amé,
Perdoname,
Te confundí!
Arelis Juárez
AQUEL PERFUME TERRIBLE
Aquel perfume terrible, putrefacto
espeluznante hedor
ardía entre las esquinas de sus ojos
dos brillantes o ardientes llamas.
Criatura acostumbrada a derrapar
en su insondable locura y voluptuosidad
llameante crisol de espumas o hiedras.
Ah, monstruo despiadado
temible tormento en la tierra o cielo
toma tus plumas,
aléjate,
que tu impiedad me azota
embiste mi alma
libérame de tu terrible presencia.
Tu opulento veneno
oscilante
incomprensible oscuridad
emana
temible bajo la densa niebla.
Lleva tu perfume lejos
a las dunas o acantilados desiertos del mal
de ahí vienes,
ahí perteneces.
Oh furor, vestía infinita
tu pestilencia no podrá vencerme.
Jeil Parra