HÚMEDOS RINCONES
La brisa marina me trae un aroma a helecho
como si urgando en la selva
hubiera extendido su mano,
con humedad salina,
para después un vapor donado
a los jilgueros
me sorprenda con su canto.
Como si allí nacieran los poemas
en manantial soplado
donde un olor a nube, a gaulteria
entre la hojarasca se hiciera abono,
saldando su deuda de arbusto con
los colores más vivos y brillantes.
Camino entre los árboles
en su fiesta perfumada de humedad
y raices, soy herrumbre sumergida
en este sueño de temblor de selva
siempre sedienta de lluvia porque,
cuanta muerte y cuanta vida
existe hoy esperando su espacio
en estas humedades de vidriera,
catedral de bosque enamorado.
Vuelvo a la ciudad
cuando queda oculto todo lo que he visto
y he vivido, la humedad también es efímera.
Roberta la vecina
HÚMEDOS RINCONES
En esos húmedos rincones
hay cuarenta y tres cartas guardadas.
Voy a enviar una de ellas
a la mujer de esos rincones.
Ella iba con sus sombras.
Todo el tiempo,
la lucha era entre su guarida
y el mundo que la inquietaba.
Un querer y no poder
era la distancia
existente
Su entrega a lo que quería ser.
Tenía miedo de entregarse, rendirse.
Hasta que un día,
una mirada le regalaba una verdad.
Ella había declarado inocencia,
a aquellos ojos que hoy traición develaban.
Hizo una carta más.
Renunció a ese placer,
Vió aquellos ojos, sonreír.
Sonreían fantasmagóricamente.
Donde he estado este tiempo.
Se preguntó?
Viendo a esa persona
Esa que anhela ser,
divisó cuatro esfinges.
Les había admirado tanto…
Dejó cada pieza en su lugar,
No intentaría cambiar una sola pieza más.
Dijo adiós
y la tierra daba una circunferencia más.
Marcando un nuevo ciclo
Cuarenta y cuatro.
Le había esperado
cual correspondencia importante.
Un adiós
A su mujer conocida.
Un atrevimiento
A otra distinta.
Ansiosamente la esperaba
hacía décadas con sus primaveras y sus otoños.
Con sus nubes y sus soles
Todo se preparaba
A un alumbramiento
El adiós y su bienvenida.
La Hindú
HÚMEDOS RINCONES
“Tus besos son un filtro y tu boca un ánfora”
Charle Baudelaire
Húmedos rincones
gemidos de violines
Susurros inesperados volando en el aire
al ritmo de tu danza celestial.
Tu gozo
Maravilla que despierta mi alegría
se conjugan los astros de tu cuerpo
me estremece el eco de tu voz.
Tiemblan tus labios
te quiero,
dices
mis rincones oscuros también se abren para ti.
Con frenesí te inventas una pasión
cabalgo en tus grietas o esquinas.
Me besas con tu boca de algodón
bóveda azul
el universo nos bendice
inerte movimiento
llama infinita que nunca se apagó.
Enrédate en las fauces caudalosas de mis ríos
relámpago de fuego y miel
sobre una furtiva luna mojada o dispersa
huyendo del amor.
La Pura