Selección de poemas 2023.03.30

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Esta vez conocemos a la poeta, novelista, dramaturga y crítica literaria colombiana Piedad Bonnett. Para conocer más sobre la autora y sus poemas recomendamos la lectura de la revista Poesía más Poesía Número 148.

EN CONSIDERACIÓN DE LA ALEGRÍA

A qué llorar, me digo,
todo estaba previsto
me muerdo las falanges
los asombros por qué
miro la luna
ajena y sola y sobria en su talante
si desde siempre
desde el nacer, desde el morir, y en cada hora
pacientemente crece el hilo, crece,
y también crece la baba del gusano y la piedra
atravesada aquí,
bebo y saludo
y soy cordial con mi vecino ciego
pues no son tiempos estos dados a patetismos,
ni es elegante
exhibir el dolor.

A qué llorar, me digo:
sería
inoportuno con la muchedumbre
que ríe afuera con su risa de siglos.


CANCIÓN PARA MAÑANA

Hoy
que me he puesto mi vestido nuevo y me paseo
entre gentes ruidosas, atareadas,
y que el mundo parece seguir el plan trazado,
su comba en forma plena, con la máscara puesta,
hoy que Dios ha asomado puntual a mi ventana
y me ha dado solícito mis gafas y mi pluma,
puedo soñar mi muerte (usted tendrá la suya)
mientras miro la vida pasar por mi ventana.

Mi muerte con su sábana y su dolor de golpe,
mi muerte en plena calle con la sonrisa puesta
y el libro en el bolsillo,
pero tal vez espinas en los ojos y agujas en las uñas,
y la sonrisa colérica de la bella enfermera,
y el algodón de sangre y las tijeras,
y un pedazo de cielo en la ventana,
un cielo que tendré que aprender de memoria
para llevarlo conmigo a donde sea.

Mi muerte con su olor y sin tu mano.
Mi muerte con su astilla y sin tu cuello.
Mi muerte y su responso y su esperanza.
Mi muerte sin yo misma ¡Qué tristeza!

Hoy que todo va bien,
que todo el mundo apuesta, pone su firma, suma,
puedo soñar mi muerte,
esa mi sola muerte,
sola,
sola.


CANCIÓN DE LA EMBALSAMADORA

Yo, que siempre quise ser cantante de ópera o bailar
noche tras noche vestida de rojo, o echar la suerte al pie de los caminos
o en fin, ser un tahúr o en el peor
de los casos ser mendiga o poeta,
he debido rendirme a mi destino cruel de embalsamadora,
de cantora de endechas, de ayudante
en los rituales todos de la muerte.
Aún era niña cuando supe de su inclinada sombra y su silencio.
Y de lo fácil que resulta morir y de lo fácil
que es vivir y estar muerto al mismo tiempo.
Primero fueron muertos ajenos, de caras aleladas,
que cuidadosamente yo regaba con vinagre aromático y espliego.
Luego fueron muriéndose uno a uno
los que algún día quise, casi todos. Les cantaba mis plantos,
desgarraba mi túnica, plantaba
un árbol en memoria de sus días.
Tanta muerte tocó mi corazón
que éste se acorazó y se armó de púas.
Ahora me sorprende la mañana de cara al cielo limpio de rencores
entre mi verde bosque, sola, sola.

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