MI PRÓXIMO VIAJE
El sonido cósmico del horizonte,
Cómo un portal
se extiende frente a mí,
Cada una de sus ondas parece susurrar
un recordatorio incesante
de que la realidad es solo un abrigo.
Mientras surco los sonidos,
las estrellas se transforman en almas,
y las galaxias se convierten en fantasmas
que corean canciones de cuna inquietas.
Sinfonía oscura y sideral, es lo que bailo.
No voy sola en este viaje
Todos nacemos,
todos vivimos
y todos decimos adiós.
Rubia de bote
MI PRÓXIMO VIAJE
Aterrizar en tierras irlandesas,
mi corazón rebosante de ilusión,
y al ver las señales que decían «Failte»,
sentí que era la bienvenida a mi hogar.
Me adentro en las calles de Cork y Kerry,
donde el idioma inglés no puede compararse
por la belleza de escuchar la lengua nativa.
El gaélico fluye de las bocas que venden
en las calles, en las tiendas, en los restaurantes
es la lengua dominante más rica
que he puesto en mi pronunciar
como un estofado irlandés bien hecho.
El gaélico es una joya que resplandece
en cada rincón del país
una lengua viva y fuerte
que me ha cautivado desde que llegué
es la lengua que reina en esta tierra
llena de magia y encanto.
Y agradezco a los irlandeses que la hablan
con mi «Go raibh maith agat» mal pronunciado
y aunque me despida con un «Slán go fóill»
quiero llevar ese lenguaje ancestral
en mi viaje de regreso a casa.
Tequila con hojas de treboles
MI PRÓXIMO VIAJE
Golpe contra mi asiento en el avión
Golpe contra el cristal de la ventana
y los cinturones puestos mecánicamente.
A mi vista la figura
que está de pie siempre, esperando
a que los demás se tranquilicen.
En Nápoles han sacado
los televisores a sus balcones
para ver el partido
en su tiempo de espera.
Con el puerto al pie de la ciudad
hay siempre a quien esperar
y ver a otros muchos,
marcharse.
Las manos
nunca se bajan
están pegadas al movimiento del otro
igual que la mirada
acostumbradas a vivir en compañía.
Saludos naturales y despedidas improvisadas
Como palomas, felices
todas juntas a la vez
moldeando al aire
en rodeos hipnóticos
con la gracia de aquel
que, viejo como una madera oxidada,
conoce bien a su hogar
y por lo tanto a todas las sagas familiares.
En la sombra de un naranjo
juego con los colores del verano aquel
que saboreo con la fatiga de los locales.
Si no fuese por falta de una madre italiana
aquí me quedaría
en la plaza del pueblo.
Levanto con dificultad
mi cabeza de piedra
pintada en un muro
El artista, un nativo vagabundo,
con piel bronceada y dientes que le faltan,
(los dientes se quedaron en otros países,
también en el mío)
me guiña un ojo.
Él sabe, antes que nadie,
que mañana volveré a casa.
Lupita