Esta vez conocimos al poeta italiano Dino Campana. Para saber más acerca de su obra y de su biografía extraordinaria recomendamos la lectura de la revista Poesia más Poesia Número 136.
LA QUIMERA
No sé si entre rocas tu pálido
Rostro se me apareció, o sonrisa
De lejanías ignoradas
Fuiste, inclinada la ebúrnea
Frente fulgente, oh joven
Hermana de la Gioconda:
Oh de las primaveras
Apagadas por tus míticas palideces
Oh Reina, oh Reina adolescente:
Mas por tu ignoto poema
De voluptuosidad y dolor
Música muchacha exangüe,
Marcado con una línea de sangre
En el círculo de los labios sinuosos,
Reina de la melodía:
Mas por la virgen cabeza
Reclinada, yo, poeta nocturno
Velé las vívidas estrellas en los piélagos del cielo,
Yo por tu dulce misterio
Yo por tu devenir taciturno.
No sé si la pálida llama
De los cabellos fue el vivo
Signo de su palidez,
No sé si fue un dulce vapor,
Dulce sobre mi dolor,
Sonrisa de un rostro nocturno:
Miro las blancas rocas, los mudos manantiales de los vientos
Y la inmovilidad de los firmamentos
Y los henchidos arroyos que van llorando
Y las sombras del trabajo humano encorvadas allá abajo sobre las álgidas colinas
Y aún por tiernos cielos lejanas y claras sombras fluyentes
Y aún te llamo, te llamo Quimera.
JARDÍN OTOÑAL (Florencia)
¡Al jardín espectral, al laurel mudo
De las verdes guirnaldas
A la tierra otoñal
Un último saludo!
A las áridas pendientes
Ásperas, enrojecidas por el último sol
Confusa de ruidos
Roncos, grita la lejana vida:
Grita al moribundo sol
Que ensangrienta los parterres.
Se escucha una fanfarria
Que lastimera sube: el río desaparece
En las arenas doradas: en el silencio
Las blancas estatuas están volcadas en el extremo
De los puentes: y las cosas ya no existen.
Y desde el profundo silencio como un coro
Tierno y grandioso
Surge y aspira en lo alto a mi balcón:
Y en aroma de laurel,
En aroma de laurel, acre y desfalleciente,
Entre las estatuas inmortales en el ocaso
Ella se me aparece, presente.
CANTO DE LAS TINIEBLAS
Luz del crepúsculo se atenúa:
Inquietos espíritus ¡sean dulces las tinieblas
Para el corazón que ya no ama!
Manantiales, manantiales hemos de escuchar,
Manantiales, manantiales que saben
Manantiales que saben que los espíritus están
Que los espíritus están escuchando…
Escucha: la luz del crepúsculo se atenúa
Y para los inquietos espíritus son dulces las tinieblas:
Escucha: te ha vencido la Fortuna:
Mas para los corazones ligeros otra vida está a las puertas:
No hay dulzura que pueda igualar a la Muerte
Ya ya ya
Oye a quién aún te acuna:
Oye a la dulce muchacha
Que dice al oído: ya ya
Y de golpe se eleva y desaparece
El viento: ¡vuelve al mar
Y oímos jadear
Al corazón que más nos amó!
Miramos: el paisaje
De los árboles y las aguas ya es nocturno
El río se va taciturno…
¡Pum! ¡mamá, ese hombre allá arriba!
BUENOS AIRES
El buque avanza lentamente
Entre la niebla gris de la mañana
Sobre el agua amarilla de un mar fluvial
Aparece la ciudad gris y velada.
Se entra en un puerto extraño. Los emigrantes
Enloquecen y se enfurecen agolpándose
En la áspera ebriedad de la inminente lucha.
Desde un grupo de italianos vestido
De manera ridícula, a la moda
Bonaerense, arrojan naranjas
A los paisanos alterados y vociferantes.
Un muchacho de porte ligerísimo
Prole de libertad, pronto a lanzarse
Los mira con las manos en la faja
Multicolor y esboza un saludo.