ABSTINENCIA
No sabía el beodo
al pasar por la taberna,
si era la hora de entrar
o de volver a pasar.
No sabía ni siquiera
las veces que hacía,
porque según las luces
– que le observaban como ojos –
él ya no era el otro
y alguien le quería hablar.
En su lado de la acera,
las farolas hacían
de compañeras más fieles.
Aunque nunca le seguían,
permanecían dispuestas
y él se agarraba
terco, y resistía
algún que otro cabezazo.
Aunque terminará durmiendo
de cara al empedrado.
Son suyas las noches,
concede el poeta
al ver encubrirse las calles
en humo azulado.
Ese tiempo nace de la sombra
y desaparece con el alba.
Se escucha el tic tac
de las horas vacías
y en las cunetas tendidos
los pordioseros felices
sueñan con la mujer que los dejó.
Son sus noches preferidas,
el resto las pasa cavilando:
Después de una larga jornada
entre surcos mugrientos,
duerme feliz.
Le gusta el olor
a tierra húmeda
y ver como sus manos
se ennegrecen
cuando remueve el campo.
Laura Trat
ABSTINENCIA
Con pies tan ligeros como copos de nieve, aire en sus pulmones y espalda recta, clavó su mirada hacia adelante.
Ahora no es momento de recordar cuando su cuerpo se arrojaba, sin saber si habría una red capaz de contenerlo.
Ya pasó aquella etapa en la que los temblores ganaban. Cuando los juegos acrobáticos no eran más que caídas. Y después de cada función se producía un desenfreno.
Ahora es otra cosa.
Ahora es capaz de fijar la mirada a donde quiere llegar.
“Centra la mirada en un único punto inmóvil situado horizontalmente delante de ti”
Fue el mejor consejo que escuchó y el único que era capaz de recordar.
Atrás, un panorama sin posibilidades. Alrededor, cientos de espectadores. Y la voracidad, siempre debajo de la cuerda sobre la que se balancea cada día.
Da un paso, y otro más
“Delante de ti”
las únicas palabras en su cabeza.
Carolina Díaz
ABSTINENCIA
Imperturbable ausencia
que se esconde en la boca del estómago
con la miel derretida
coagulando los labios.
Con ese olor de incienso
que convence y suplica,
cuando pasa la cuarentena
se convierte en rutina.
Rutina que mata de hambre
los deseos más voraces,
que viven entre los huesos
de anémicas almas de llave.
Mientras el cuerpo sediento
busca fuentes naturales,
danza, suda, jadea, respira…
se vuelve abrir la abstinencia
a un tiempo de ideas nuevas,
y de embriagadoras letras.
Organismo entregado a la satisfacción
de retirarse a tiempo,
con pasos de gato
por una tierra fértil
pisada decentemente.
¡ABSTENTE DE DECIR NADA,
HASTA QUE VUELVA A QUERERTE!!!
Mónica Herrero