ATRAESANDO LA HIGUERA
Masajeo tus hojas y eres como la lengua de un gato
que se sube a mis pestañas. Así no quiero el tacto de
mis sábanas.
Me arrasco la cabeza y vuelvo a ti para abrazar de
tu tronco el rumor de suave sabio centenario
entonces mis brazos se alargan hasta alcanzar
la puerta de tu lado oscuro. Exprimo tus
redondos y apretados frutos, jugosa leche se
derrama suavemente hasta alcanzar mis manos
que extraen el éxtasis de tu entraña sonrosada
y dulce. Pellizqueo con mis dedos
la violácea pulpa y te seduzco con mis
labios de abeja libadora hasta tu entrega.
Un trueno rasgó la cáscara del cielo
y rompió la cordura.
Este intermedio huye del espasmo
recostando bajo tu sombra
mi espalda que se alarga desmayada
hasta alcanzar tu sombra con un violín
y su arpegio.
Afinados acordes convocan el
latido y su movimiento enloquecido.
Luego, ya lejos de ti, invocando tu recuerdo
compuse un retrato de Dalí con su higuera loca
y los pájaros se fusionaron en tus ramas
vestidos de luto pues yo tenía que marchar
hacia el futuro, seguir buscando otra miel
que abrirá mis labios de magnolia.
Penetras en siluetas antiguas abriendo mi boca
con nebulosas de futuro. Pronto volveré a recoger
tus frutos ya maduros.
Mariví Ávila
ATRAVESANDO LA HIGUEA
Entre los pájaros,
las ratas
y los perros de la casa,
se comían la higuera
de arriba a abajo.
La mujer en la ventana
amaba a la fruta
y soñaba con comer de su propio jardín.
Malditos animales,
brutalidad injusta.
Ella cuidaba a las plantas
y se encargaba de que la higuera
echase frutos cada año
pero nunca llegaron a madurar.
La ansía de los pobres seres bestiales
hizo pedazos
los cogollos prematuros.
Ella hacía
de espantapájaros
y gritaba a los perros en cuanto se acercaban
pero los segundos
en que nadie miraba
eran suficientes
y la higuera se quedó vacía, sin nada
hasta el año siguiente.
Laura Trat