TEMBLOR DE CIELO
(fragmentos)
Ante todo hay que saber cuántas veces debemos abandonar nuestra novia y huir de sexo en sexo hasta el fin de la tierra.
Allí, en donde el vacío pasa su arco de violín sobre el horizonte y el hombre se transforma en pájaro y el ángel, en piedra preciosa.
El padre eterno está fabricando tinieblas en su laboratorio y trabaja para volver sordos a los ciegos. Tiene un ojo en la mano y no sabe a quién ponérselo. Y en un bocal tiene una oreja en cópula con otro ojo.
Estamos lejos, en el fin de los fines, en donde un hombre, colgando por los pies de una estrella, se balancea en el espacio con la cabeza hacia abajo. El viento que dobla los árboles, agita sus cabellos dulcemente.
Los arroyos voladores se posan en las selvas nuevas, donde los pájaros maldicen el amanecer de tanta flor inútil. Con cuánta razón ellos insultan las palpitaciones de esas cosas oscuras.
Si se tratara solamente de degollar al capitán de las flores y hacerle sangrar el corazón del sentimiento superfluo, el corazón lleno de secretos y trozos de universo.
La boca de un hombre amado sobre un tambor.
Los senos de la niña inolvidable, clavados en el mismo árbol donde los picotean los ruiseñores.
Y la estatua del héroe en el polo.
Destruirlo todo, todo, a bala y cuchillo.
Los ídolos se baten bajo el agua.
–Isolda, Isolda. Cuántos kilómetros nos separan, cuántos sexos entre tú y yo.
Tú sabes bien que Dios arranca los ojos de las flores, pues su manía es la ceguera.
Y transforma el espíritu en un paquete de plumas y transforma las noches sentadas sobre rosas en serpientes de pianola, en serpientes hermanas de la flauta, de la misma flauta que se besa en las noches de nieve y que las llama desde lejos.
Pero tú no sabes la razón de que el mirlo despedaza el árbol entre sus dedos sangrientos.
Y este es el misterio.
Cuarenta días y cuarenta noches trepando de rama en rama como en el diluvio. Cuarenta días y cuarenta noches de misterios entre rocas y pinachos.
Yo podría caerme de destino en destino, pero siempre guardaré el recuerdo del cielo.
¿Conoces las visiones de la altura? ¿Has visto el corazón de la luz? Yo me convierto a veces en una selva inmensa y recorro los mundos como un ejército.
Mira la entrada de los ríos.
El mar puede apenas ser mi teatro en ciertas tardes.
La calle de los sueños tiene un ombligo inmenso de donde asoma una botella. Adentro de la botella hay un obispo muerto que cambia de colores cada vez que se mueve la botella.
Hay cuatro velas que se encienden y se apagan siguiendo un turno sucesivo. A veces un relámpago nos hace ver en el cielo una mujer desesperanzada que viene cayendo hace ciento cuarenta años.
El cielo esconde su misterio.
En todas las escalas se supone un asesino escondido. Los cantores cardíacos mueren sólo de pensar en ello. Así, las mariposas enfermizas volverán a su estado de gusanos, del cual no debían haber salido nunca. El oído recaerá en infancia y se llenará de ecos marinos y de esas algas que flotan en los ojos de ciertos pájaros.
Solamente Isolda conoce el misterio. Pero ella recorre el arcoíris con sus dedos temblorosos en busca de un sonido especial.
Y si un mirlo le picotea un ojo, ella le deja beber toda el agua que quiera con la misma sonrisa que atrae los rebaños de búfalos.
*
Cuántas cosas han muerto adentro de nosotros. Cuánta muerte llevamos en nosotros. ¿Por qué aferrarnos a nuestros muertos? ¿Por qué empeñarnos en resucitar nuestros muertos? Ellos nos impiden ver la idea que nace. Tenemos miedo a la nueva luz que se presenta, a la que no estamos habituados todavía como a nuestros muertos inmóviles y sin sorpresa peligrosa. Hay que dejar lo muerto por lo que vive.
–Isolda, entierra todos tus muertos.
Piensa, recuerda, olvida. Que tu recuerdo olvide sus recuerdos, que tu olvido recuerde sus olvidos. Cuida de no morir antes de tu muerte.
Como dar un poco de grandeza a esta bestia actual que solo dobla sus rodillas de cansancio a estas altas horas en que la luna llega volando y se coloca al frente.
Y, sin embargo, vivimos esperando un azar, la formación de un signo sideral en ese expiatorio más allá, en donde no alcanza a llegar ni el sonido de nuestras campanas.
Vicente Huidobro
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Las 2001 Noches. Revista de Poesía, Aforismos, Frescores
DAME TU LIBERTAD
«Hoy son las manos la memoria.
El alma no se acuerda, está dolida
de tanto recordar…»
P.S.
Dame tu libertad.
No quiero tu fatiga,
no, ni tus hojas secas,
tu sueño, ojos cerrados.
Ven a mí desde ti,
no desde tu cansancio
de ti. Quiero sentirla.
Tu libertad me trae,
igual que un viento universal,
un olor de maderas
remotas de tus muebles,
una bandada de visiones
que tú veías
cuando en el colmo de tu libertad
cerrabas ya los ojos.
¡Qué hermosa tú libre y en pie!
Si tú me das tu libertad me das tus años
blancos, limpios y agudos como dientes,
me das el tiempo en que tú la gozabas.
Quiero sentirla como siente el agua
del puerto, pensativa,
en las quillas inmóviles
el alta mar. La turbulencia sacra.
Sentirla,
vuelo parado,
igual que en sosegado soto
siente la rama
donde el ave se posa,
el ardor de volar, la lucha terca
contra las dimensiones en azul.
Descánsala hoy en mí: la gozaré
con un temblor de hoja en que se paran
gotas del cielo al suelo.
La quiero
para soltarla, solamente.
No tengo cárcel para ti en mi ser.
Tu libertad te guarda para mí.
La soltaré otra vez, y por el cielo,
por el mar, por el tiempo,
veré cómo se marcha hacia su sino.
Si su sino soy yo, te está esperando.
Pedro Salinas
DATE A VOLAR
ANDA, date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.
Anda, suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos
La pulpa muerde de fragante poma.
Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.
Mueres de sed: no he de oprimirte tanto…
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.
Corre, camina más, es poco aquello…
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.
Echa a volar… mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida… el corazón se apene…
Date a volar, Amor, yo te comprendo.
Callada el alma… el corazón partido,
Suelto tus alas… ve… pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para ti…
Pero se hace la noche; no te apures…
Todas traen a mí…
Alfonsina Storni
DESPUÉS DE LOS CINCUENTA
Después de los cincuenta espero dedicarme a vivir.
Y aunque la mano venga que nadie sabe de eso,
igual lo intentaré, pensando que versos he podido,
y el poema deja el camino libre para la vida.
Y cuando los grandes candidatos de las artes y las letras
y cuando los políticos del alma se bajen los pantalones,
por un instante de vida vivida, de poesía inmortal.
Contestaré y no contestaré, tranquila, apasionadamente.
De atreverme a vivir después de los cincuenta años,
y de la herida por la cual sangra todo lenguaje
me siento estrictamente responsable, me duele a mí.
Y si vivo y si quiero vivir como una alondra en libertad
quiero decir, quiero abrir una puerta a los misterios:
Antes de vivir un instante, escribí todos los instantes.
Miguel Oscar Menassa
EL HOMBRE VUELA,
SE HACE NOSTALGIA, VUELA
No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.
Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.
Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.
Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida.
Miguel Oscar Menassa