¡Vamos, venga con nosotros!
Caminemos hacia el horizonte
continuemos el camino
horizonte de piedras
y borrascas infinitas
donde el cancio juega a ser el rey.
Vamos, caminemos como tontos
enamorados
vacilando al amanecer
bailemos con entrelazados movimientos acústicos.
Jeil Parra
Vamos ven con nosotras
Ven con nosotras me dicen,
a veces no hago caso, pero siento su llamada.
¡Necedad del humano al rechazar lo que le hace bien!
Ramaje denso, esas palabras
que a veces uno sin albergue,
a veces gasto sin futuro.
Estas camaradas compañeras
no fallan como los amigos, no envidian,
no celan, acompañan con susurros de hogar.
¡Mira esta, qué bonita!
puedes unirla con aquella y con otra
y así engarzar las orillas de un poema.
En esos momentos soy espuma, bosque,
soy el ciervo paciendo,
soy el dolor del canto desamparado.
Soy ese salto de palabras que se impone
y sumerge su belleza en un latido de guitarra.
Ana Barletta
Vamos, venga con nosotros
Susurre al menos un verso,
femenino, que huela a romero
y otro más a campos de lavanda.
Luego fije con esmero
su apariencia de bachata
que tiene curvas de vereda.
Imprima en el papel
las ideas nacidas en sus ojos
antes de que las cosas
sean callo florecido.
Venga al movimiento de las olas
la realidad se desploma,
vaya de la mano con la letra,
haga del enemigo un crucero
entre puentes que siempre rezan
antes de abrir ventanas.
Sea como el pie que camina
sin nunca ser visto por el mismo suelo
con tacto y color de amapola
para que entre la mujer nueva y la vieja
no se muera en nuestros brazos
la lavanda contra el viento.
Las ramas de la higuera floreciente
la vamos a escrutar entre todos
porque la acrobacia del péndulo
se acostó con la cenicienta
y nadie, nunca, lo ha denunciado.
Venga, vamos, que atravesada por rayos
está Blancanieves por el pirata del cuento
vaya a por los patrones de su camisa nueva
haga sus nuevos tomos en las estanterías
con palabras nebulosas,
no nos dejemos atrás
las más intensas,
las agitadoras
las valientes
las verde selva,
las anáforas
que las encintas parirán cadenas
para que todas ellas
nos ayuden en las batallas,
porque usted tiene que dejar
su musculatura para el ocio
y a Hércules para el poema.
Vamos, venga con nosotros al poder de la palabra,
que el fin se abastezca de los medios
inclúyala en la violencia de la mujer poderosa
ocupando su lugar en el trono,
porque antes solo gemían en su nombre
las vocales de sus músculos.
Mariví Ávila
A mis 43 años
43 Primaveras
asomaron a mi ventana
esta mañana de abril,
nuevos acordes endulzan
mi oído de aprendiz.
Tengo zapatos nuevos
un camino de incertidumbres
más, brújula en mano…
Perfectas condiciones.
Un espacio se ha abierto para mi
y soy feliz.
(en eso también aprendiz).
Ya no es mi mundo de bullicio
lo sustituí por uno calmo
y sin embargo insípido no es!
es más bien apetecible
como el menú del mejor Gourmet.
A esta edad
arranque de mi corazón la libertad.
Inutil libertad
enseña el poeta,
condena es para el alma.
Definitivamente,
me reconstruyo
y esa es mi mejor edad.
Hoy salto
y corro
y canto
Porque mi canto y mi danza
Es el canto y la danza
de todos!
Arelis Juarez
¡Vamos, venga con nosotros!
El hecho es que la poesía no son los libros de la biblioteca…
La poesía es el encuentro del
lector con el libro,
el descubrimiento del libro.
Jorge Luis Borges
Abre sus puertas
en un doblar de campanas
y sube a una alfombra mágica
para volar mil noches.
Se cuela por la ventana abierta
donde caben bosques tropicales,
todos los viejos,
y todos los mares.
Peldaño a peldaño,
anida en cumbres borrascosas
puede vivir vidas arrebatadas,
ficciones
de tiempo regalado.
Se convierten así en escudo ineluctable,
trinchera urgente
que detiene todas las partículas, todas las balas
y las congela
el tiempo que haga falta.
Sostienen la especie hacia adelante,
le dan sentido
y la conmueven.
Los hijos de la evolución,
son fabricantes de pociones taquigráficas,
transfigurados en magos practicantes,
que cuecen hazañas.
Con manos trashumantes
de escribas incorruptos
se entregan a sangre fría,
para deshacer la ceguera de los pueblos,
urdiendo trifulcas advenedizas
y reventando corrillos maquinales
donde se escucha gritar:
“¡Vamos, venga con nosotros!”.
Grandes epopeyas se han contado,
demasiado se ha quemado
y su poder mitológico
sigue indestructible.
Hay éxito díscolo en las palabras,
equilibrio al borde del abismo
que tuerce los renglones de Dios
dejando voces en las tinieblas.
Detrás del umbral invisible,
plagado de estrofas volutas,
se esparce
el veneno inoculado en Babilonia.
Teje pasión con las palabras,
se persiguen mariposas negras
y perfila lo infinito del junco.
El inmenso paréntesis mide
los submundos
que se pegan a nosotros
y despiertan, sin más,
todas las exaltaciones troqueladas
que nos componen.
Mariana García Guschmer