Casi no llego al recital
Casi no llego al recital
a pasos lentos
alma desnuda
entre obcecadas ilusiones.
Contenta estoy
en compañía de mi amada
convertida en su amante
Ella, abre para mi sus puertas
y yo de a poco
desnudo mi alma.
Pasión entre sus brazos,
rosas y espinas
sublime brisa perfumada
dulce inspiración
las palabras de su boca
fuego que arde
mientras yo me abrazo sin temor a Ella.
Jeil Parra
Casi no llego al recital
Los relojes derretían sus manillas peregrinas
mirando la puerta de salida en su angostura
mientras la tierra palpitaba al son de las centellas
en un televisor que cuenta, misterioso,
la falsa moneda, a su antojo.
Fue entonces cuando recorté las horas contables,
«sálvese quien pueda», gritaron todas a la vez,
pues no cabían en los espejos de las despedidas.
Procurando que la escapada
no la advirtieran los dioses perversos
salí por un agujero de gusano,
llegando a un siglo que se agita,
con mi hoja de ruta,
imitando el vuelo del colibrí.
Aún así, todavía me entretuve
con los obispos que acuerdan
penitencias a mis espaldas,
vestidos de paraísos ilusorios;
entonces les ofrecí limosnas color canela
para encontrame con el verbo.
Perforé el miedo y la envidia
en el planeta asustado, sin mirar atrás,
saldando el sacrificio con una vela
lujuriosa en misa ajena.
Negocié mi siguiente vuelo
preguntando, a los seres de aquel espacio escarlata:
¿Para qué sirve cerrar esta ventana
en mi memoria, cuando la luz
ha comprendido la espera?
Y encerré la vida nueva
en una página sola
escapando de aquel laberinto,
y me faltaban las palabras,
que corrían entre metro
y autobús demoradas
en su recién moldeada arcilla,
con su vergüenza íntima,
de la cual saldría el polvo de mis versos.
Casi llego tarde al recital.
Mariví Ávila
Casi no llego al recital
Paso frenético y
Casi no llego al recital,
A punto estuve de tropezar
con una piedra perspicaz.
Silencios me esperaban
Y voces me requerían
A un coro femenil.
Absurdo lazo de la ilusión
Rodeaba mi cintura
Y ataba mis piernas.
Hizo reventar mi dermis y epidermis
Pero hay una especie de Frida
A punto de nacer
Su único deseo… expresar.
Ven, libérame y arrópame
Déjame endulzar tu oído
No te daré quejabanzas
Tu me Fortaleces
Te contaré lo que he visto
Lo que he logrado
Lo que he muerto
Y lo que para vivir
Habré de escribir.
Arelis Juárez
Casi no llego al recital
La voz se me quedó atorada en el perchero
Desde que pensé,
que tal vez,
mi gata era gato.
Encontré el nombre,
Pero no al gato.
Desde entonces,
un gato llamado Cosmos,
Al que no conozco,
Me susurra poemas,
Mi gata,
Sentada en mis rodillas,
Lo espera.
Voy detrás de mis quehaceres,
desbocada,
me detengo en medio de un giro
para deshacer el nudo
Y llorar un poco
antes de seguir el rizo
Y organizarlo todo,
Mis cervicales vuelan,
vuelan,
como un reloj al que se le ha dado cuerda
cuando se exprime la tristeza.
No quiero ser mariposa,
por voltear el rumbo,
casi no llego al recital,
quiero llegar en 8 patas y
mi sexo sumergido
en burbujas de champagne
Yo nunca quise ser mariposa,
pero un día,
sin pensar,
Lo dije,
y lo escuchó un alacrán,
el veneno recorrió mi espina,
y no supe nada más,
que el ansia loca
de ser lo que no he sido,
Y que no seré jamás,
harta de los sueños ajenos,
por hoy,
sólo quiero llegar al recital,
Con elegancia,
Como los versos de Ana y de Mariana
mis compañeras araña
y tarántulas audaces.
Con un giro de narices y de tuercas,
Una idea entra en mi cabeza
Y una huella de pata suave,
Gatuna,
Se posa en mi cabecera.
Mi gata es la Semilla del Cosmos,
Gatos que son la sombra
De los dioses en la tierra,
Soy la flama que arde en los altares,
Hasta tomar forma humana
Cuando mi gata me llama.
Montada en los 4 vientos
y con dirección de flecha,
me dirijo al recital.
Tonantzin Rodríguez
Casi no llego al recital
Me puse a contar estrofas,
en el quicio de tus besos,
miré un destello moribundo
y me fui.
Resbalé en los confines de tus brazos,
y aterricé en un lugar inédito:
portal nacarado
que brillaba en mis recuerdos.
Había estado antes,
habíamos estado juntos.
La fuerza del relámpago
atada a mis entrañas,
gritaba en lo más hondo.
Cantar la vida en cuatro tiempos,
soltar amarras
como un alarido en plena noche,
que despierta lo infinito.
Protuberancia muda
que resalta la falta de tus ojos,
como un letargo que detiene el compás
y, sin embargo,
la vida
suena.
Redoblan campanas,
y voy detrás del viento nuevo,
a erigir
un nuevo cielo.
Mariana G Guschmer
Casi
Casi no llego al recital…
Desperté tan tarde
como para no ver el saludo de oro.
Casi no despierto…
Los ojos flojos pedían morir
y el cuerpo muerto pedía entierro.
Casi no sueño…
El siervo que corretea en la pradera azul
no me visitó aquella noche.
Casi no llego a la ducha…
La cascada seca se burlaba mientras
yo por agua suplicaba.
Casi no miro al espejo…
El vestido y los tacones me sonreían irónicamente
mientras me abrazaba el tedio.
Casi caigo en la cocina…
La taza de café no quería besarme,
mi letargo tropezó con su euforia.
Casi no camino…
La puerta de la casa me empujó enojada,
mi ánimo pesaba y la casa explotaría con ella.
Casi no hablo…
Mi lengua adormecida pidió aire
porque el miedo la tenía sofocada.
Casi no como…
La papa y la ensalada sabían que mi cuerpo
no era la mejor caja.
Casi no noto la ventana…
El paraíso con señas me llamaba.
Casi no respiro…
Muerto estaba el siervo.
Al recital, casi no llego…
A la despedida del rey, no asistí.
Casi…
Pero aquí estoy…
sin siervo y sin amor.
Aquí estoy.
Abbi
Casi no llego al recital
El ruido de la lluvia
no me deja descansar
de la prisa cotidiana.
El ruido del silencio
penetra en mi garganta.
Y hoy más que nunca
deseo sentir el calor
de las luces en la frente.
Abrir la puerta que separa
mi escenario de la vida,
para vibrar con el eco
de mi propio canto.
Para que mis pasos
hagan sonar
su propia música
mientras recorro
ese espacio tan amado.
Y no importa si mi sombra huye,
mientras permanezco impávida
esperando que termine el silencio
que me dejó el compás de
este tiempo absurdo
con el canto contenido que
casi no llego al recital…
¡Porque aquí estoy, vida!
Para cantar, para sentir,
para unir mi voz al viento
y crear un sinfín de música
donde los compases de espera
no tienen lugar.
Dolores Granados