De un mundo a otro
De un mundo a otro
galopando en los cielos celeste
de mi niñez
recorro los paraísos de la furia
cantando
pájaro sin alas
mariposa
en la tormenta despiadada y fría.
Canto desesperado
palabras,
amarga miel,
silencios punzantes
en los horizontes
perdidos de mi libertad.
Musica estridente
mediodía celestial que llama sin cautela,
adviene en el silencio,
voluptuosidad feroz
espeluznante criatura
devorando mi corazón
roe mis huesos
sin ninguna piedad.
Ave submarina
pájaro fugaz
sigilosamente se posa sobre mi,
nube tormentosa
rayos,
azotes
atravesándome el corazón
dejándolo sangrar
se lo come de un bocado.
Jeil Parra
De un mundo a otro
Raíz profunda que te anidas
en la tierra y en lo más hondo
del mar.
Huellas en la arena de mi ser
que dejan ver el camino del pasado.
Casa perdida en el tiempo
en la que tantas tardes pasé mirando
un futuro que hoy no tengo.
Adrenalina constante circulando
de un mundo a otro
sin un tiempo definido.
Espacio en el que no soy nadie.
La ventana de mi tiempo estalla
y vuelan los cristales que rompen
aún más mi universo paralelo.
Me miro en el espejo
y no veo cicatrices
pasadas o presentes que aún
lastimen.
De un mundo a otro soy niña otra vez
con ilusiones venideras de otra
infancia.
Sueños que ayer, hoy y mañana,
anhelo encontrar.
Dolores Granados
De un mundo a otro
Desde las pinturas negras de Goya,
fui borrando las sombras
de mis valles sin cielo.
Me sumergí en las profundidades
de ese telar buscando el óleo, el lienzo,
los pinceles y un paisaje
donde habitar con mi espátula danzarina,
pero no encontré nada.
Y una voz antigua
deslizándose por los contornos del clavel,
apagando toda llama viva,
dormía en mi balcón,
insistente, camuflada de amor y burla,
mas me encontró
frente a mi pequeño candil
como ciudadana de otro mundo
construyendo mi trono proletario.
¿Adónde irás, hundiendo tu mirada
hasta encontrarte con la luz?
Me dije con voz de seda.
Peregrina, entre las Torres de Babel,
encontraré el oro, me contesté
desde aquella lejanía.
Palabras que anunciando una incógnita,
dinamitaban la ausencia de color,
poblando el silencio desde un nuevo mundo.
Lo nunca dicho ni oído
hacían encaje de brillos en mis manos.
Extraeré de aquí mi luz.
Un nuevo continente se abrirá,
si somos más habitando esta aurora
de marcapasos externos al corazón.
Me instalaré en estos poblados
de símbolos supletorios
y hamacas de diamantes
batiendo alas contra el viento del oeste.
Ascendía desde los suburbios
por la Trinidad del arte y de la alcoba,
y conspirando contra el luto,
me fui de mudanza, mirando ese horizonte.
Ella, me dijo con intensidad suficiente:
!Bienvenida! Y me conduce
con insistencia de asfalto,
por esta nube labriega con sendero en ascenso.
Mariví Ávila
De un mundo a otro
Golondrina del sur
En mi invierno
Migré lejos de mi bandada
Buscando alimento y nido.
Me perdí muchas veces
Me caí muchas más
Perdí la cuenta.
Amé lo que no debí
Descarrilé mi destino
Sigo aquí, cantando!
Encuentro el canto de otras aves
Su canto me atrae
Me llama
Me dejo llevar.
Mi exilio fue total
Alzo mis ojos
Praderas infinitas
Un viento nos llevará,
No verás dos alas
Cuatro verás
Somos bandada
Otro mundo
Otro ritmo
Otro tiempo sin tiempo “Es hora de volar”.
Arelis Juárez
De un mundo a otro
Cruzando otro mar
mojan otras olas;
una espuma que, en su lento vaivén,
envuelve el agua y la marchita.
Incansable,
persistente y eterna.
Se convierte en inmensidad
bañando las costas.
Llegando a recónditos escondites del universo,
transformándose en caldos verduscos y putrefactos
de la mano de un hombre
que se siente Dios.
Creía que todo estaba ahí para pervertirlo.
Vociferaba, a los vientos,
que le pertenecía hasta el mismo horizonte.
Vapuleaba la naturaleza que lo había parido,
sin detener su crueldad ante la evidencia.
Siglos de facturas sin pagar,
tierras enteras violadas,
tirados al costado del camino,
por el dinero sucio, renegrido de la codicia.
Madres yacarés escapando del fuego con sus crías.
Niños del futuro, moribundos,
bebiendo agua envenenada…
Habitan en este mundo infrahumano
especímenes diversos,
humanos de dimensiones aleatorias,
que se cruzan en el mercado y se saludan,
incapaces de articular
una palabra para entenderse.
Las pirámides se erigen hoy
con otras arenas.
Hay esclavos desteñidos
que soportan sobre sus espaldas
el hambre de centenares de parientes,
la ignominia de generaciones de bellacos
que en nombre del progreso,
destilan amor lacerado.
Y como un mantra,
los panes y los peces,
se multiplican
pero se pudren.
Mariana G. Guschmer