De un mundo a otro 2022.02.19

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De un mundo a otro


De un mundo a otro 
galopando en los cielos celeste 
de mi niñez 
recorro los paraísos de la furia
cantando
pájaro sin alas
mariposa
en la tormenta despiadada y fría.


Canto desesperado 
palabras,
amarga miel,
silencios punzantes
en los horizontes 
perdidos de mi libertad.


Musica estridente
mediodía celestial que llama sin cautela, 
adviene en el silencio,
voluptuosidad feroz
espeluznante criatura
devorando mi corazón 
roe mis huesos 
sin ninguna piedad.


Ave submarina
pájaro fugaz 
sigilosamente se posa sobre mi,
nube tormentosa
rayos, 
azotes 
atravesándome el corazón
dejándolo sangrar 
se lo come de un bocado.


Jeil Parra


De un mundo a otro

Raíz profunda que te anidas

en la tierra y en lo más hondo

del mar.

Huellas en la arena de mi ser

que dejan ver el camino del pasado.

Casa perdida en el tiempo

en la que tantas tardes pasé mirando

un futuro que hoy no tengo.

Adrenalina constante circulando

de un mundo a otro

sin un tiempo definido.

Espacio en el que no soy nadie.

La ventana de mi tiempo estalla

y vuelan los cristales que rompen

aún más mi universo paralelo.

Me miro en el espejo

y no veo cicatrices

pasadas o presentes que aún

 lastimen.

De un mundo a otro soy niña otra vez

con ilusiones venideras de otra

 infancia.

Sueños que ayer, hoy y mañana,

anhelo encontrar.

Dolores Granados


De un mundo a otro

Desde las pinturas negras de Goya, 

fui borrando las sombras 

de mis valles sin cielo. 

Me sumergí en las profundidades

de ese telar buscando el óleo, el lienzo, 

los pinceles y un paisaje 

donde habitar con mi espátula danzarina,

pero no encontré nada.

Y una voz antigua 

deslizándose por los contornos del clavel,

apagando toda llama viva, 

dormía en mi balcón,

insistente, camuflada de amor y burla, 

mas me encontró

frente a mi pequeño candil

como ciudadana de otro mundo

construyendo mi trono proletario.

¿Adónde irás, hundiendo tu mirada

hasta encontrarte con la luz?

Me dije con voz de seda. 

Peregrina, entre las Torres de Babel,

encontraré el oro, me contesté 

desde aquella lejanía. 

Palabras que anunciando una incógnita,

dinamitaban la ausencia de color,

poblando el silencio desde un nuevo mundo.

Lo nunca dicho ni oído

hacían encaje de brillos en mis manos.

Extraeré de aquí mi luz. 

Un nuevo continente se abrirá,

si somos más habitando esta aurora

de marcapasos externos al corazón.

Me instalaré en estos poblados

de símbolos supletorios

y hamacas de diamantes

batiendo alas contra el viento del oeste.

Ascendía desde los suburbios 

por la Trinidad del arte y de la alcoba,

 y conspirando contra el luto,

me fui de mudanza, mirando ese horizonte. 

Ella, me dijo con intensidad suficiente:

!Bienvenida! Y me conduce

con insistencia de asfalto,

por esta nube labriega con sendero en ascenso.

Mariví Ávila


 

De un mundo a otro

Golondrina del sur

En mi invierno

Migré lejos de mi bandada

Buscando alimento y nido.

Me perdí muchas veces

Me caí muchas más

Perdí la cuenta.

Amé lo que no debí

Descarrilé mi destino

Sigo aquí, cantando!

Encuentro el canto de otras aves

Su canto me atrae

Me llama

Me dejo llevar.

Mi exilio fue total

Alzo mis ojos

Praderas infinitas

Un viento nos llevará,

No verás dos alas

Cuatro verás

Somos bandada

Otro mundo

Otro ritmo

Otro tiempo sin tiempo “Es hora de volar”.      

Arelis Juárez


De un mundo a otro

Cruzando otro mar
mojan otras olas;
una espuma que, en su lento vaivén,
envuelve el agua y la marchita.

Incansable,
persistente y eterna.
Se convierte en inmensidad
bañando las costas.
Llegando a recónditos escondites del universo,
transformándose en caldos verduscos y putrefactos
de la mano de un hombre
que se siente Dios.

Creía que todo estaba ahí para pervertirlo.
Vociferaba, a los vientos,
que le pertenecía hasta el mismo horizonte.
Vapuleaba la naturaleza que lo había parido,
sin detener su crueldad ante la evidencia.

Siglos de facturas sin pagar,
tierras enteras violadas,
tirados al costado del camino,
por el dinero sucio, renegrido de la codicia.

Madres yacarés escapando del fuego con sus crías.
Niños del futuro, moribundos,
bebiendo agua envenenada…

Habitan en este mundo infrahumano
especímenes diversos,
humanos de dimensiones aleatorias,
que se cruzan en el mercado y se saludan,
incapaces de articular
una palabra para entenderse.

Las pirámides se erigen hoy
con otras arenas.
Hay esclavos desteñidos
que soportan sobre sus espaldas
el hambre de centenares de parientes,
la ignominia de generaciones de bellacos
que en nombre del progreso,
destilan amor lacerado.

Y como un mantra,
los panes y los peces,
se multiplican
pero se pudren.

Mariana G. Guschmer

                                    

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