Selección de poetas consagrados 2022.01.29

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Selección de poemas de José Portogalo.
Para más información sobre su biografía y obra: https://poesiamaspoesia.com/20-poesia-mas-poesia-jose-portogalo-y-clemence-loonis/#Cancion-con-la-muerte-de-un-sueno

TUMULTO

Me trepan los insultos -mareas numerosas-
como trepan los hijos al cariño de un hombre.
Tengo las ansias llenas de ganarme en un grito.
Grito: ¡La vida es nuestra! y abro los horizontes.

Puertas de bronce viejo, de hierro remachado,
caerán cuando se agrupen las voces en un puño.
Hombres desvencijados, de espaldas a la vida:
así dancen las balas no serán de este mundo.

A los calvos de ideas, con sangre de pantano,
a los viejos que ensucian las palabras más altas,
les hago una advertencia: conmigo están los brazos
de aquellos que arrancaron de sus ojos las lágrimas.

La humildad -ese viejo mascarón- no hará suya
nuestra carne que es nudo de un clamor que echa ramas
y en sus climas oscuros, como a un árbol raíces,
nutren de savia pura los cuencos de su entraña.

Y ¡guay! del que esté en contra de nosotros, los pobres,
esos ríos de sangre, silenciosos y lentos,
que bajan hasta el pozo más hondo de la tierra,
que suben hasta el límite más alto de los cielos.

La vida es de nosotros los que hacemos la vida
a gotas de sudor, de ímpetu, de fuerza
y que jamás o nunca tenemos una cama
donde cavar la hondura de un vientre en primavera.

Nos vejan, nos explotan, nos reducen a cero,
si agitamos un grito de protesta nos castran.
Nos orinan la baba de un exiguo salario
y nos cuadran en leyes como a burros de carga.

Y hablan de La Piedad, de La Bondad, del Arte,
sacerdotes, artistas, profesores, poetas,
los que en nombre del pueblo se erigen en vigías,
¡esos hijos de puta con almuerzo y con cena!

Ah señor Jesucristo: no queremos tus frases
-panes sin levadura-, magníficas, humanas,
que no son más que frases pero que nos inhiben
y destapan, astutas, nuestros poros de lágrimas.

No queremos tus frases. Yo que vengo de abajo
y que anduve entre obreros con hambre y manos sucias,
que sé lo que es el mundo, este mundo de mierda,
te lo digo derecho: tus palabras son putas.

Al carajo con todas las parábolas bellas.
Al carajo con todos los escrúpulos sordos.
Presentemos las armas proletarios del mundo
y a tiro limpio, firmes, vaciémosles los ojos.

La vida es de nosotros, los que hacemos la vida
a gotas de sudor, de ímpetu, de fuerza,
y que jamás o nunca tenemos una cama
donde cavar la hondura de un vientre en primavera.

Del libro Tumulto

Canción con la muerte de un sueño

I

Permitidme amigos que os cante esta mañana transparente
en que la primavera da brillo a las hojas de los arboles
y en Villa Ortuzar -mi barrio- el sol tutea los ojos de los niños,
el corazón maduro de los jornaleros sin trabajo
y las cabelleras de las muchachas pobres que van a las fábricas.

Oh, mis amigos:
Hoy que arranqué la piel de cordero de mi humildad
y en mí nace un hombre que vosotros no conocéis.
Un hombre que estaba adherido a la piel de cordero de mi humildad.

Estoy libre ¡libre! del sueño de los pobres.
Esa nube violenta que nos ciega los ojos
Que nos tumba sobre un camastro de algodón
y nos transforma -como a fumadores de opio- en sacos inservibles,
tirados en un fondo de mar verdoso, como buzos ahogados,
para soñar el pobre sueño de los pobres.

Le arranqué los tornillos a mi angustia. Y amo y odio.
Amo con la conciencia limpia cómo la de los niños,
Odio con la conciencia pura como la de los pájaros.
Porque me arranqué los sueños como guantes
-la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel-
y ando en cueros gritando mi alegre animalidad.

Oh, mis amigos:
Vuelvo a mis 12 años de edad turbulentos como un sueño de vagancia.
Cuando leía las aventuras de Salgari y las novelas de Julio Verne.
Y abrazaba a las muchachas para levantarles las polleras
y encenderlas de pudor ante mi audacia de capitán pirata sin turbante
ni mares que conquistar. No tenía súbditos que obedecieran,
pero tenía mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte.
Y unas ganas tremendas de amar la vida.
Y una injuria despierta -sin goznes- para el más cobarde.
Y unos puños crispados que levantaban mi corazón y mi osadía.
(Cómo cantan en mí los años de la escuela. Oh, mis amigos:
Ahora que oigo el tañido suave de una campana lejana
y su mar erizado de músicas repercute en mis tímpanos cómo en un caracol.
Ahora que los pregones de la calle
abren la piel transparente de esta mañana de primavera
y en mí nace un hombre que vosotros no conocéis).

Era el más osado de la clase y Armando Casafúz, mi maestro,
una vez me abrió su confianza cómo una puerta de amigo.
Ese día fumé cigarrillos de 30, conocí el puerto de Buenos Aires,
y me di un atracón de vidrieras sin pensar en romperlas.
Porque era en mí libertad el niño más feliz del mundo.

Oh, mis amigos:
Entonces yo sabía organizar las revoluciones infantiles.
Gritar: ¡Viva el socialismo! ¡Abajo los que tienen plata!
Hacerles un corte de manga a los vigilantes y a los porteros.
El pito catalán a los maestros y a los Hermanos Maristas.
Y en Cramer y Mendoza trompear a los monitores por alcahuetes,
para proveerme de sueños que me aislarán de las cuatro paredes frías de la ciudad,
y vengarme de mi cotidiana amargura:
Las vociferaciones groseras de los cocheros, los choferes, los feriantes.
Las corridas de los guardianes tuertos, o sordos, o mancos, o rengos,
en torno a las tres barrancas de Belgrano con sus héroes inmóviles,
sucios de verdín y de tiempo, donde hacían el amor las arañas,
y servían para que yo les meara con la inocencia de los ángeles.
Las vejaciones de una solterona histérica que leía a Vargas Vila
mientras yo enceraba una escalera de 50 peldaños y cantaba para aturdirme,
o rompía las vajillas en la cocina porque ansiaba partir, partir.

Oh, mis amigos:
Aunque el corazón de mi madre me defendiera como una garra,
y mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte bloquearan las ofensas más turbias.

II

Y ésta es mi Elegía, camaradas:
la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel.

Al sueño de los pobres lo arranqué con tirabuzones de aliento
y estoy de vuestra parte porque el mundo nos pertenece
bajo este sol que tutea los ojos de los niños,
el corazón maduro de los jornaleros sin trabajo
y las cabelleras de las muchachas pobres que van a las fábricas.

Del libro Tumulto

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