Del libro 22 POEMAS Y LA MÁQUINA ELECTRÓNICA O CÓMO DESESPERAR
A LOS EJECUTIVOS
http://www.miguelmenassa.com/poesia/1966/22poemas%20y%20la%20maquina%20electronica/indice.htm
INTENTOS AUTOBIOGRÁFICOS
Primer intento:
Nací en un barrio, Parque Patricios; crecí sin grandes contradicciones. Un hombre es un hombre; una mujer es una mujer.
Segundo intento:
Entre sueños veía monedas de oro y un enanito encantador tocando una corneta.
Tercer intento:
Tomaba mi sopa todos los días y rompía baldosas sin cesar en el cordón de la vereda, después vinieron los tiempos de la ronda y mariquita no me toqués, que te rompo la jeta.
Cuarto intento:
Se llamaba beba, bebita corazón de limón, yo tenía diez años, ella ocho. Beba, bebita corazón de limón, vení, no seas sonsa, vamos a buscar el látigo debajo de la cama.
Hoy podría hasta no reconocerla.
Quinto intento:
Los miércoles era el día de los funerales, es decir el día de más propinas en la capilla de San Miguel; los muertos vivos, rezaban por sus muertos muertos, y ponían la guitita en la alcancía especialmente preparada.
Sexto intento:
Mi madre nació en Pompeya, cerca de una iglesia; mi padre nació en Tiro, cerca del mar, de ahí mi solemnidad. Mi madre solía contarme historias de amor.
Séptimo intento:
Yo era pulcro y me lavaba todos los días el corazón. Después vinieron los veranos violentos; y lo que pasa es que vos no te lo permitís, y a vos qué te parece, y una corbata es una corbata.
Octavo intento:
Fui vendedor ambulante, feriante, estudiante de medicina, caminador, caminador incansable, actor de teatro, psicoanalista fuera de la ley, carpintero, enamorador de viejas adineradas, en mis años juveniles, en mis violentos años juveniles. Digamos que todos estos oficios, fueron delicados, como el agua de rosas, digamos por ejemplo que me gustaría tener un caballo de carreras, como en mi infancia me hubiese gustado tener una bicicleta, un tren eléctrico y un cachorro de leopardo.
Digamos por último que me gustaría ser cantante de ópera, y lanzarles grititos de amor, desgarradores grititos de amor a las jovencitas de los primeros palcos.
Todo fue como vos y yo creíamos. No hubo soledad ni piedra dura que romper ni altura inalcanzable. Y fue entonces cuando nos condujimos de otra manera. Sin límites, sin la mala costumbre de la risa hasta el dolor.
Y nuestros amigos y enemigos comenzaron a preguntar por qué.
A NORMA
ELLA DEL LLANTO Y MI PADRE
Ella lloraba siempre a medianoche
ocultándose entre las ramas oscuras
que se desprendían a veces
del último momento de la casa.
Detrás de mi padre
-que se levanta
en otoño temprano
para secar el agua del llanto
o beberse del cielo
el primer aliento de la mañana-
ella lloraba siempre de la misma manera.
Pero algunos días afortunados
-recuerdo en primavera-
encontraba monedas en su llanto,
corría para tenderse en el aire
y amar desesperadamente.
Cuando mi padre se levantaba
incapaz a la hora del llanto
ella, que sabía mirar alegremente
bailaba un amor a su alrededor
diciéndole mentiras.
CONSCRIPTO CLASE 40 A veces te pierdo. No sueles estar en los ojos de ningún marinero de mi país.Ellos son altos y hablan de sus mujeres voluntariamente casadas con ellos voluntariamente cansadas de ellos casualmente enamoradas de otros.Tú no apareces en sus ojos pero en verdad ellos no saben de ti más que estas ganas mías de decirles: hace tanto tiempo que no la veo ella es dulce como el corazón de vuestras abuelas ella no está cansada y, si no aparece, es porque le gusta ser misteriosa.Los ojos de los marineros de mi país son de un color ronco, mas ella, a veces, se complace en convertirlos en tardes de verano. Cuando esto sucede ellos miran dulcemente mi tremenda manera de saber estar solo y al continuar sus caminos se acuerdan de sus mujeres. |
EL TERROR DEL PUERTO
Las casas se desprendían hacia el mar
como palomas
sacudiendo sus ventanas
hacia la calle
hacia la ciudad.
Los muchachos pecaban misteriosamente
en sus cuerpos
esperando que alguna sirena tipo francia
los atrapara, para amarlos
en el fondo del mar
(ella podría besar sus hombros desnudos
y hasta sus sexos deslumbrados,
por esa voz que desconocen,
salada por el mar ,
diciéndoles palabras terribles
para sus años)
Algunos hombres silbaban.
Muchachas extranjeras
no vírgenes, pero pulcramente vestidas
miraban el mar.