Selección poetas consagrados 2021.10.02

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Del libro Amores Perdidos, de Miguel Oscar Menassa

http://www.miguelmenassa.com/poesia/1995/amores%20perdidos/indice.htm

Amor perdido. Los indios.

VI

Este verso es la mano derecha de Tupacamarú.
Este verso es la mano izquierda de Tupacamarú.
Este verso es la pierna derecha de Tupacamarú.
Este verso es la pierna izquierda de Tupacamarú.

Este verso es el caballo atado a la mano derecha de Tupacamarú. 
Este verso es el caballo atado a la mano izquierda de Tupacamarú.
Este verso es el caballo atado a la pierna derecha de Tupacamarú. 
Este verso es el caballo atado a la pierna izquierda de Tupacamarú.

Este verso es el látigo que espantó los caballos de la derecha. 
Este verso es el látigo que espantó los caballos de la izquierda. 
Este verso es nada de nada, es el grito que desgarró la tierra.

Este verso es el tiempo de los cuatro caballos reventados.
Este verso es el cuerpo despedazado de Tupacamarú.
Este verso es, por fin, el último verso y está muerto.

Amor perdido. Buenos Aires.

III

Una voz, terca, por la radio lo dijo claramente.
Hoy si quieres ver lo nunca visto, sal a la calle.
Si quieres oír lo que, todavía, no fue, sal a la calle.
Sin rencores, sin armas, a defender lo que no existe.

Si quieres ver un pueblo que ya ni los filósofos esperan,
si quieres ver la humanidad en cataratas desplegada, ver,
como blanca paloma y negro buitre se unen en un grito,
contra fuego pasado que amenaza con destruir el bosque.

Si quieres ver, oír, temblar la voz de un pueblo,
sal a la calle mar, únete a esos ruidos imposibles. 
Amor, justicia, pan para todos, hermosa libertad.

Sal a la calle y no dejes de gritar con los gritos. 
Sal a la calle, extiende tus manos en la multitud. 
Hoy habrá sido un pueblo viviendo una canción. 

Amor perdido. La juventud.


IV

Nunca te dejes llevar por torpes sentimientos.
No ames, demasiado, el puro amor del alba
ni bebas, demasiado, del néctar de los labios
ni mires, demasiada, televisión por las noches
ni vayas a la guerra ni mates por la espalda.

No te dejes coger por la miseria de los ricos
ni por las ambiciones malignas de los pobres.
Tú tranquilo, hombre, que no pasa nada.
No te dejes engañar por el amor de una mujer
y mucho menos por el amor de un hombre.

Lo mejor de todo es no servirle a nadie y
trabajar duro, por las dudas nadie te sirva a ti.
Y después si todo lo bueno no te alcanza
escribe versos de costado, sin caer en el abismo,
sin derramarte en lágrimas, sin morir en el final,
sin abrirte, sin llamar la atención, un verso sólo,
fuerte, que desgarre las fibras de las letras,
pero que a ti te pase por encima, más allá de tu carne.

Después, descansa, toca la lira y canta en extranjero,
así, cuando ya nadie, nadie, pueda comprenderte,
serás, enteramente, libre, abierto a la vejez.

Amor perdido. Mi hijo Pablo.


III

Te nombro, pequeño niño, Pablo amado,
para oírte vivir cuando te nombro.

Te nombro para que ya la muerte deje de ser,
el centro de mi voz, la vida posible de mi canto.
Te nombro para decirle al mundo, a tus novias amadas,
a tus amigos que te llevaron de la mano hasta la muerte,
que mi pequeño, hermoso Pablo, vive cuando lo nombro.

El hombre muere apenas si otro hombre lo nombra.

Por eso cuando te nombro en mis poemas, 
camino como antaño al lado tuyo, colgándome de tu brazo, 
dejándome llevar por tus caminos del amor perdido.

Y al escribir tu nombre en mis poemas, cada vez,
me lo digo, Pablo amado, es como si vivieras,
como si nadie hubiera podido… asesinarte,
como si la fragancia de tu piel llegara en verso,
sobre las letras de tu nombre en el papel escritas.

Y esa voz delicada, baja pero segura de llegar a destino,
con la cual me leías tus escritos, esperando una sonrisa, 
palabras misteriosas que te unieran a mí, que permitieran, 
que tu nombre no se acabara nunca, que fuera más allá
y esa voz surge en mí, cálida y viva, cuando te escribo.

Es por eso que no me dejo morir en el quebranto, sólo,
para nombrarte, para que cada vez, valientes y contentos, 
hagamos, nuevamente, del amor, infinitos caminos del fuego, 
claras vertientes iluminadas, cataratas de risas en tus ojos.

El hombre muere apenas si otro hombre lo nombra.

Aún, puedo decir amor

POEMA BODAS
15 DE JULIO DE 1994- 15 DE JULIO DE 1969

Después de veinticinco años, aún, te amo,
en el borde mismo de un futuro imposible.
Hemos sentido, juntos, el sublime delirio,
de vivir siempre, en libertad, enamorados
y fuimos atravesando, casi sin aliento,
el corte brusco, inesperado, de la muerte.

Y, sin embargo, aquí estamos, una vez más,
valientes y, al mismo tiempo, temerosos,
con el ansia infinita o eterna de comenzar,
a pesar del profundo dolor irremediable,
una nueva, esperanzada, abierta vida.

Por eso, por haber vivido a tu lado,
lleno de amor, en plena libertad,
es que quisiera proponerte amada,
en un enjambre de luz, deseo ardiente,
arremeter contra el tiránico dolor,
que quiere consumirnos y, como antaño,
amar de los amores la cuantiosa belleza,
sumergirnos, sin más, en nuestras carnes,
insondables delicias de lejanos misterios
y dejar que la vida venga a estar con nosotros
y nuestros más amados desde lejanas soledades,
infinitos vacíos negros en el espacio, amarán,
tiernamente, con alegría, nuestros nuevos amores.

Ahora, también, y lo deseo, voy a cantarte,
como se cantan los hechos fuertes de la vida.
Como esos sencillos terremotos que, sin saber, 
contienen la inmensidad, el ruido de lo eterno.
Como la brisa del otoño, casi sin darse cuenta, 
rompe el preludio de los arrebatos veraniegos. 
Como aquel tango que se bailó sólo una vez
o la orquesta maravillosa que sólo fue silencio.

Hoy quiero cantar como se cantan los himnos en la guerra,
por esas duras, sempiternas batallas que nunca sostuvimos.
Por todos los amores que no fueron, por las vidas quebradas,
por nuestra infinita, sana, soberbia de abrazarnos al fracaso,
para poder seguir viviendo juntos,
para poder seguir mirándonos, vivos, erguidos,
altaneros por haber sobrevivido todo mal, por haber mirado,
frente a frente los espectaculares cataclismos:
un siglo envenenado, la muerte tirada, sin más, en nuestro lecho
y nosotros, después de todo llanto, entre el dolor desesperado,
decíamos palabras, caminábamos de un lado para otro,
esperando, sabiendo de antemano
que nuestro gran amor vencería a la muerte.

Es por eso que hoy, quiero cantar con fuerza,
con una voz de hierro, una canción,
que llegue hasta los mismos confines de todo el universo,
para que nunca más nadie pueda confundirse
cuando se hable del amor.
Amor, el nuestro,  
que se levanta aunque ya nadie pueda soportarlo,
sobre todo dolor, toda penuria, todo fracaso,
que vuela como el aire,
que se estremece como las grandes cumbres,
como las altas cordilleras,
cuando lloran por la caída, estrepitosa, del mundo
y siguen en pie.
Mares, océanos delirantes salidos de su curso,
arrasando ciudades y muchedumbres
y luego, mansamente, como si nada hubiera pasado,
vuelven a su curso y trasladan,
de continente a continente, los lazos eternos del amor.
Hoy quiero cantarte
con la fuerza titánica del odio, siempre, contenido,
fuimos, somos aún,
esos soldados increíbles que cuentan las historias,
esos pequeños soldados de leyenda
que han sobrevivido a toda guerra.
Esos corazones ardientes que van por el mundo,
recordándole al Hombre,
que a pesar de todo dolor profundo, toda nieve,
toda catástrofe total,
el amor, nuestro infinito amor,
sigue en su trono abierto al universo.

Que siempre hay una carne que no muere,
que siempre hay una palabra que aunque nadie pronuncie, 
siempre está allí, resucitando los amores.

Siempre habrá con nosotros,
una palabra fuerte que hará posible el canto,
un canto poderoso que hará posible el amor,
un amor lúcido, estremecido, el nuestro,
que aunque no quede mundo para poder contarlo,
nos hará vivir.

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